30.6 C
Cancún
Más
    OpiniónSistema, poeta, sistema: Mario Alcántara

    Sistema, poeta, sistema: Mario Alcántara

    Opinión

    Quimera Calamar

    Entre al cuarto de mi hermano y me recosté en su cama. Solía hacerlo cuando él no estaba. No había intenciones escondidas, ni malas ideas rondando; simplemente por las tardes, disfrutaba mucho ver como la luz del sol traspasaba una de sus ventanas y creaba ese haz tan placentero con las cortinas verticales. Los puntuales y alados cantores le daban el fondo musical adecuado.  Son momentos sutiles que disfrutas, casi sin darte cuenta. 

    Sobre una de sus repisas estaba la foto de mi padre. La misma foto que también tenía sobre una mesa de vidrio en la sala de juntas que había convertido en mi oficina. La tomé como tantas veces, y repetí la rutina acostumbrada: Ver fijamente sus ojos, su pelo entrecano y sus manos firmes.  Al final, esa sonrisa conciliadora que tantos amigos hizo. Mucha paz. Mucha añoranza. Me perdía sin reparo en los recuerdos; lloraba por dentro un poco y la mayoría de las veces, un poco también por fuera. 

    Un suceso inesperado le dio vuelta al día; de mis torpes manos cayó el portarretratos sin que ni yo ni mi fotografiado padre pudiéramos hacer nada. El delgado vidrio se rompió, no así el marco, ello no impediría que la foto se saliera. Mi padre dio algunas vueltas y quedó cara al piso. Fue entonces, que nunca volví a ver a Mario Alcántara Señor, como antes.  

    Al irse de bruces, en mi presencia y por mea culpa, dejó al descubierto en el anverso de la fotografía, una frase que mi hermano había escrito. ‘Sistema, poeta, sistema’. No sé exactamente cuando la anotó, nunca se lo he preguntado; pero presumo, fue poco tiempo después de su muerte. 

    De algo no tenía duda; mi padre se lo había enseñado. Para mí, fue un balde de agua fría, porque nunca me lo enseño. Yo que todo le confiaba, yo que todo le decía, yo que todo le aprendía, nunca había oído de su boca esa frase. Al menos, en un inicio así lo creía.  Lo entendí todo en un instante.  Fue el agua de ese balde doblemente fría.

    Yo le llamo mis películas rápidas, cuando sin cerrar los ojos, en cuestión de segundos cae en ti un recuerdo. En ocasiones latente, en muchas otras escondido en un rincón de la mente, donde pocas veces buscamos, donde aguardan silenciosas a que sean llamadas a su reestreno. 

    Entrando por la puerta de la casa veía a mi padre sentado en la cabecera del comedor y mi hermano a su lado. Ya habían cenado. Estaba la tertulia en pleno. Era el momento que todos de una u otra forma siempre esperábamos con él, ya que no lo veíamos en todo el día. Pero más que eso, porque siempre tenía algo que contarnos. En cuanto cerré la puerta, alcancé a escuchar tenuemente: ‘Sistema, poeta, sistema’. Observé con atención la mirada profunda que daba mi hermano a tan sencilla frase. En ese momento no le di ninguna importancia. Años después, me haría comprender lo que había sucedido y cambiaría por completo la imagen que tenía de mi padre.

    Yo venía seguramente llegando de casa de algunos amigos o de alguna quinceañera pretendida. Situación poco importante, porque no la tengo registrada. Pero en aquel momento de mi corta película, dicho suceso ocupó más mi mente, tanto que cuando me senté con mi padre y con mi hermano, no pregunté por lo último que había oído. “Sistema, poeta, sistema”. Se escuchó el silencio, el que se percibe cuando dos cómplices traman. Hubo cambio de tema. Para mí, el menor problema; mi mente todavía estaba en la calle. 

    Cuando vi el anverso de la foto, aquel momento volvió. Todo encajó. Comprendí en segundos que mi padre había hecho una gran diferencia entre mi hermano y yo. La situación me conmocionó. Porque en ese momento llegaron a mi mente un sin fin de recuerdos que acrecentaban lo que ya presumía. La enorme diferencia en el trato que mi padre nos había dado. Uno tras otro llegaban a mi mente esos pensamientos, y cada uno me aturdía más. En ese cuarto con la foto de mi padre entre mis manos, lloré mucho más que las otras veces.   

    Había comprendido la gran diferencia que tuvo con nosotros. No lloré de tristeza sino de emoción.  No nos repetía las mismas cosas porque entendía nuestra esencia y actuaba en consecuencia. A cada cual le dio su cada que. Fue tan sabio el viejo que solo nos entregó una base muy corta e importante de valores. Lo demás, fue un traje a la medida para cada uno de sus hijos. 

    Mi padre no me enseño “Sistema , poeta , sistema”, parte de un verso de León Felipe. Le estaba enseñando a mi hermano a  “empezar a contar las piedras para luego contar las estrellas”.  Algo que a mí me enseño años atrás, con otro autor, con otra frase, con otra tónica. Ese día nunca volví a ver a mi padre como antes. Lo respeté aún más por haberse dividido y dedicado en forma y fondo a cada uno de sus hijos. 

    Hasta entonces, allá dónde te he pensado.

    Recientes