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    OpiniónHistoria de un soldado: Armina Wolpert

    Historia de un soldado: Armina Wolpert

    Opinión

    30 años después de su propia muerte, un hombre salvó la vida de un soldado ucraniano. Su nombre era Viktor Frankl. El nombre del soldado, Serhii M.

    Serhii es un paramédico militar ucraniano. Perdió una pierna en el frente hace unos meses.

    Viktor Frankl fue un psiquiatra austriaco, autor de libros sobre psicología existencial, prisionero en Auschwitz y Dachau de 1942 a 1945. Sobrevivió y escribió varios libros, entre ellos «El hombre en busca de sentido».

    Han pasado casi ochenta años desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién se iba a imaginar que un libro sobre supervivencia y fortaleza de aquellos tiempos volviera a ser relevante? No solo que fuera relevante, sino que también pudiera salvar una vida.

    Te platicaré cómo sucedió esto.

    Serhii, de 37 años de edad, casado, padre de una niña, tomó la decisión de ir al frente para resistir a los invasores rusos, de la misma manera cómo sus abuelos lucharon contra los nazis durante la época de Viktor Frankl.
    Antes de la guerra trabajaba como ingeniero.

    ¿Y qué tienen en común estas dos personas, dos personas de diferentes épocas y generaciones?… Las terribles experiencias que vivieron.
    Las lecciones que Frankl aprendió en el campo de concentración ayudaron a Serhii a tomar la decisión de vivir y no morir.

    Esta historia es única y ordinaria al mismo tiempo. Miles de hombres jóvenes -y no tan jóvenes- ucranianos fueron al frente ante el inicio de una guerra injustificada a gran escala en Rusia.

    Arquitectos, diseñadores, empresarios, profesores, actores, se convirtieron en soldados.

    EL 24 de febrero de 2022, Serhii, como todos los residentes de Ucrania, se despertó a las 5:40 de la mañana por las explosiones. Desde hacía varios días se hablaba de una posible guerra, pero en el fondo nadie lo creía. Las peores pesadillas se han hecho realidad: tu vecino se ha vuelto loco y ha decidido matarte.

    Antes de 2014 Serhii tenía amigos rusos y soñaba con ir a Kamchatka. En 2014 la situación cambió dramáticamente. Euromaidan, la manifestación a favor del camino pro-occidental de Ucrania, se convirtió en el comienzo de una guerra híbrida de Rusia contra Ucrania. Las tropas rusas entraron en el territorio de un estado soberano vecino y crearon los movimientos separatistas, realizaron provocaciones, se apoderaron de Crimea y comenzaron una guerra en Donbass.

    Occidente no reaccionó de la forma adecuada. Sus sanciones ineficaces, a pesar de las violaciones flagrantes a derecho internacional, demostraron a Putin que él puede seguir conquistando tierras extranjeras y matando gente de manera impune.

    Dos años después. La fecha de la invasión de Rusia a gran escala.

    Le pregunté a Serhii si lamentaba su decisión de movilizarse voluntariamente. Me dijo: «¿había realmente una opción? Se trata de mi hogar, mi familia, mi país. Obviamente no puedo arrepentirme de nada».

    Nos encontramos en una terraza bañada por el sol en Ciudad de México, platicando. Le hago preguntas sobre la vida antes, sobre el frente, sobre su herida. Un hombre joven, fuerte y apuesto está sentado frente a mí. Es un hombre que ha pasado de ser un ciudadano apolítico a un patriota activo y consciente. Un gran camino. Incluso visualmente esos dos personajes son muy diferentes. Apenas lo reconozco en las fotografías de antes de la guerra.

    Serhii habla un ruso de muy alto nivel, como lo hizo durante toda su vida antes de la guerra. Su discurso es profundo e incluso cuando hablamos del enemigo que ha matado a decenas de sus colegas, amigos, compatriotas, de un enemigo que le quitó la pierna y su vida pacífica, lo hace con calma, equilibrado y sin una palabra insultante.

    Solo cuando comienza a contarme sobre ese día aciago, el día en que fue herido, sus emociones lo traicionan, se le va el aliento.

    Miro el rostro de Serhii, y no puedo disipar las preguntas obsesivas: ¿Con qué derecho se privó a este joven hombre de una vida pacífica, una vida de hombre completo y sano; una vida con su hija y su esposa? ¿Con qué derecho y por qué su país es bombardeado cada día desde hace más de 2 años? ¿Cuál es el sentido? No tengo respuestas. Porque esta guerra no tiene sentido. Porque es solo por el maldito enano que necesita conservar el poder, que perdió cabeza, que se cree un emperador.

    Desde el comienzo de la guerra, Serhii decidió convertirse en paramédico militar y así pasó los dos años en el frente.

    26 de junio de 2023. Su último día en el frente. La misión de ese día era difícil: llegar hasta un soldado herido bajo el fuego cruzado del enemigo. Primera línea de frente. Los drones enemigos sobrevolaban el lugar como moscas.

    Serhii habla sobre la “música” de la guerra. Cada nota es un arma mortal: drones, misiles, balas… “Si escuchas un proyectil, significa que «no viene por ti» (hay una creencia en la guerra que dice que cuando estás en el campo de batalla te mata el arma que no escuchas. Si viene con ruido no es «tuya»… «no viene por ti»).

    Lentamente y escondiéndose de los drones y los bombardeos, Serhii rodó hacia una zanja, en cuyo fondo había una mina. (Hay cientos de miles de minas de este tipo; desminar Ucrania llevará al menos 170 años. Una sola mina es una historia, una persona y una vida. La vida no sólo de Serhii, sino también de toda su familia).

    Serhii inmediatamente se dio cuenta que le habían volado el pie. No puedo describir su dolor; a mi pregunta sobre esto, respondió con una sonrisa: «Uno puede soportar cualquier dolor. Todo está en tu cabeza».

    Las habilidades y el equipo del paramédico definitivamente lo salvaron. Allí, en el fondo de la zanja, se aplicó un torniquete.

    El dolor era insoportable, pero Serhii decidió no tomar analgésicos porque sabía que la anestesia podría no funcionar durante la amputación en el hospital. Estaba solo, se comunicaba por radio con los comandantes. Era imposible acercarse a él y ayudarlo debido a la intensidad de los combates.

    Había decenas de cadáveres tirados por todos lados. Y, seguramente, cientos de minas.

    Sondeando cada centímetro del suelo con su arma, se arrastró. Drones rusos (o más bien iraníes) volaban sobre su cabeza y el suelo bajo sus pies era como gelatina por la cantidad de cadáveres.

    Después de 4 horas, Serhii sintió que estaba perdiendo el conocimiento: la pérdida de sangre ya era significativa. Se colocó otro torniquete, más arriba. Y siguió adelante. Pasó el tiempo, la distancia recorrida fue escasa.

    Estaba solo. En el infierno. Así llegó el momento de la elección y la decisión. Para ello había una bala en el rifle. Sería acabar con todo: con el dolor, con la guerra, con el futuro como persona discapacitada.

    En este punto crítico apareció Viktor Frankl y su libro que Serhii había terminado de leer apenas un par de días antes. “Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos enfrentamos al desafío de cambiarnos a nosotros mismos”, recordó haber leído en sus páginas.

    La sombra del sufrimiento en Auschwitz, cuando la vida o la muerte de una persona a menudo se asociaba con su fortaleza y deseo de vivir, proporcionó el punto de referencia que permitió a Serhii tomar la decisión correcta: elegir la vida.

    Pasaron varias horas antes de que la ayuda llegara a Serhii. Luego ya lo llevaban en camilla, bajo los bombardeos, metro a metro, medio inconsciente, con el telón de fondo de los ruidos de la guerra que no cesaban ni un solo segundo y con el olor de los cadáveres.

    El rescate duró unas 9 horas. Luego hubo una rehabilitación difícil en diferentes hospitales, la pierna se perdió por encima de la rodilla. La única rehabilitación adecuada en este caso son las prótesis.
    En Ucrania, desde el comienzo de la guerra, más de 60 mil personas necesitan prótesis. El déficit es enorme; ningún país en guerra puede resolver un problema así rápidamente.

    Por eso es tan valiosa la iniciativa de la Diáspora Ucraniana, de la Embajada de Ucrania y de todos los que se involucran en este proyecto. Fue así como acabó Serhii en México. Por iniciativa de estas maravillosas personas, junto con especialistas mexicanos, Serhii se sometió a una prótesis. Dice que está eternamente agradecido con nuestro país y con todas las personas que lo rodearon durante este momento difícil, lejos de su familia y en esta nueva realidad.

    Seis meses de duro trabajo y hoy se sostiene sobre ambas piernas y piensa en cómo volver al frente porque la guerra no termina.

    El enano, enloquecido por el sadismo, bombardea cada vez más las pacíficas ciudades de Ucrania. La ayuda de Europa y Estados Unidos se retrasa y existe una amenaza real de retirada ucraniana.

    ¿Cuántos más de estos jóvenes quedarán discapacitados o morirán en el frente mientras los aliados resuelven sus problemas políticos? ¿Cuántas mujeres, niños y ancianos morirán en sus casas?

    Esto sucede todos los días y en toda Ucrania. En el centro de Europa, en pleno siglo XXI, con todas las instituciones internacionales responsables de la seguridad europea.

    Me atrevo a decir que nada en el mundo nos ayuda más a sobrevivir, incluso en las peores condiciones, que comprender que la vida tiene sentido. Viktor Frankl.

    Las personas como Serhii tienen el sentido en la vida: arriesgan sus vidas por el futuro de sus hijos, aman su tierra y están dispuestas a resistir hasta el final. Y nosotros, los afortunados que vivimos en el mejor país del mundo, debemos recordar que la guerra en Europa continúa, es terrible, insensata y mortal.

    Armina Wolpert y Serhii Mytsyk
    Armina Wolpert y Serhii M.

    No podemos olvidar. Debemos saber distinguir entre el bien y el mal. Debemos ayudar en todo lo que podamos. Porque todo el mundo necesita la victoria de Ucrania.

    Como todo el mundo necesita la victoria del bien sobre el mal.

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