La expectativa de que la década de 2020 marcaría un cambio radical en la historia mundial, abordando problemas fundamentales como la erradicación de la pobreza y el hambre, la reducción de desigualdades, la eliminación de enfermedades mortales y la drástica disminución de las emisiones contaminantes, se ha visto empañada por un balance desalentador según el reciente informe del Banco Mundial. El economista jefe de la institución, Indermit Gill, ha expresado que, de no realizarse correcciones significativas, esta década será recordada como una era de oportunidades perdidas.
El análisis proyecta una desaceleración económica por tercer año consecutivo, estimando un modesto crecimiento del 2.4% para este año, dos décimas menos que en 2023. Las perspectivas económicas mundiales sugieren que este dato sitúa al mundo al borde de establecer un triste récord al finalizar 2024: los últimos cinco años registrarán el crecimiento más bajo del producto interno bruto (PIB) en las últimas tres décadas.
El suave aterrizaje de las principales economías ha emergido como el escenario central según los analistas. Tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo aspiran a enfriar sus economías sin caer en recesión. Esta tendencia optimista se refleja también en los mercados financieros, que han mostrado un rally desde noviembre, anticipando una rápida desinflación que probablemente llevará a los bancos centrales a reducir los tipos de interés en un futuro cercano.
Sin embargo, las proyecciones del Banco Mundial distan considerablemente de este optimismo. A pesar de reconocer la notable resistencia de la economía global, advierten sobre las consecuencias de la lucha contra la inflación. El retiro de liquidez por parte de los bancos centrales y el encarecimiento del crédito pueden impactar negativamente en la economía, especialmente en regiones como la zona euro, que enfrenta recortes significativos en las previsiones de crecimiento.
El informe proyecta un crecimiento global modesto del 2.4%, por debajo del promedio del 3.1% de la década pasada. A pesar de los esfuerzos de los líderes mundiales por preservar las inversiones, estas se prevén a la mitad de las realizadas en las dos décadas anteriores, a pesar de los desembolsos necesarios para alcanzar los objetivos climáticos. Según el Banco Mundial, estas necesidades de inversión en tecnología climática podrían aumentar la deuda pública en 50 puntos porcentuales para 2050, poniendo en riesgo la estabilidad financiera de los países más empobrecidos.
El informe se centra en los países más afectados, principalmente aquellos con rentas bajas, quienes han sufrido de manera más aguda las sucesivas crisis globales. Estas naciones se enfrentan a altos niveles de deuda, con un 40% de la población prevista para seguir siendo más pobre que antes de la pandemia hacia fines de 2024.
El economista jefe del Banco Mundial advierte que, de persistir el escenario actual, muchos países en desarrollo, especialmente los más pobres, se encontrarán atrapados en una situación con niveles insostenibles de deuda y dificultades para acceder a alimentos básicos. Esto podría socavar los avances en prioridades globales como la eliminación de emisiones contaminantes para 2050.
El informe señala múltiples riesgos, desde una nueva ola inflacionaria hasta episodios de estrés en los mercados financieros o un crecimiento más débil de China de lo esperado. Además, las tensiones comerciales y las crisis geopolíticas, como los conflictos en Oriente Medio y la invasión rusa en Ucrania, representan preocupaciones adicionales que podrían afectar negativamente la economía global.
Sin embargo, entre estas nubes oscuras, destaca una luz de esperanza: Estados Unidos. El Banco Mundial ha mejorado sus proyecciones para este país, basándose en su sólido mercado laboral y los programas gubernamentales de estímulo impulsados por la administración de Joe Biden. Se espera que este impulso tenga efectos positivos tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes.
En resumen, el informe del Banco Mundial pinta un panorama sombrío para la economía mundial en esta década, caracterizado por un crecimiento modesto, preocupaciones inflacionarias, tensiones geopolíticas y desafíos continuos para los países más empobrecidos.