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    ¿A dónde van de vacaciones los que viven en la playa?: Jackeline Gibbs

    Opinión

    Lejos de cualquier expectativa, el quintanarroense que vive diario a 32º C a la sombra y con 90% de humedad, cuando tiene la posibilidad de salir de vacaciones lo que anhela es todo lo contrario. No dudo que haya quien desee explorar cenotes, visitar clubes de playa, conocer el lejano y paradisíaco Bacalar o cruzar en ferry a la isla de Holbox. Pero para quien vive constantemente en el trópico, lo que normalmente desea es cambiar de clima y paisaje, aunque el nuestro sea maravilloso.

    Vivir en el paraíso tiende a volverse cotidiano y la ida a la playa toda una travesía; es un lujo que muchos preferimos no darnos tan seguido, y para quien tenga todavía ganas de hacerlo, la temporada de vacaciones escolares suele desmotivar, ya que incluye multitudes y largas filas en los parques. Así que cuando se puede, huimos de Quintana Roo para descubrir otros lugares o visitar a la familia que dejamos atrás.

    Buscamos conocer otros países, o incluso disfrutar el nuestro, viajando a las metrópolis tan vastas en cultura con una cantidad de museos que no alcanza el tiempo para recorrerlos todos, disfrutar de los musicales y las obras de teatro de calidad, regodear los sentidos con la arquitectura colonial que tanto se añora o admirar las iglesias en cada esquina, que con el repicar de sus campanas nos recuerdan que estamos justo en el corazón de México.

    Los parques con sus quioscos, el clima seco y menos caluroso, el olor a bosque y también a leña en las noches que piden el calor de una chimenea, o tan sólo revitalizarnos con el sabor de la comida del centro del país, donde el aguacate y la tortilla saben mejor, despertando memorias gustativas de una vida pasada, en otro lugar, del México que tenemos tan cerca y tan lejos a la vez. Nos produce un gran placer poder manejar por kilómetros y atravesar distintos estados con culturas tan diferentes. ¡Tan sólo el ver montañas! Es un privilegio que no tenemos en Quintana Roo.

    Al vivir en el Caribe, nuestra casa suele convertirse en centro de hospedaje. No faltan las visitas en temporada alta que piden asilo y desean disfrutar de las playas, ir a los parques más importantes del destino o recorrer las maravillas arqueológicas de Tulum y Chichen Itzá, a los cuales los llevamos y recogemos con gusto, mientras esperamos en un lugar más cómodo y fresco. Aunque en ocasiones, son las visitas quienes nos incitan a descubrir lugares a los que no iríamos por voluntad propia y terminamos disfrutando de la aventura.

    Somos excelentes anfitriones y tratamos de buscarles descuentos, afilamos nuestra habilidad como guías de turistas y recomendamos los lugares recónditos que sólo se conocen viviendo aquí.

    Lo mejor de vivir en Quintana Roo, es que aunque vayamos de vacaciones a los lugares más hermosos del mundo, siempre regresamos a casa, al paraíso.

    Por Jackeline Gibbs

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