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    Opinión‘Cuervitos ¿a volar?’: Trixia Valle

    ‘Cuervitos ¿a volar?’: Trixia Valle

    Opinión

    Las águilas para llegar alto y los cuervos para sobrevolar, comparten la misma técnica para educar: los enseñan a volar.

    Las águilas ponen al nacer musgo en el nido, que cubre las espinas debajo; cuando es tiempo, quitan lo suave y dejan que sus polluelos se espinen para forzarlos a brincar al vacío y volar. El águila macho, vuela tras ellos para salvarlos de una posible caída y poder intervenir en caso NECESARIO, sin embargo, la mayoría de las veces sus crías logran emprender el vuelo antes de impactar el suelo. Los cuervos tienen un ritual parecido…

    ¡Ah! Pero los padres y madre zopilotes ¡para nada! Nosotros tenemos una forma muy distinta: les decimos que son mayores de edad, pero seguimos manteniendo lujos y caprichos, aun cuando trabajan; los dejamos a cargo de la casa y no son capaces de abrir la puerta, ni contestar el teléfono; los queremos dejar volar, pero seguimos pidiendo las tareas por el chat, aunque vayan en secundaria, e incluso, las hacemos con ellos. Vivimos una total incongruencia entre libertad, atadura y consentimiento, que nuestros padres se asombran ante tanta incongruencia.

    Mijito, ¿me sirves agua? –

    Sí ma, ¿me pasas el vaso?

    ¿Qué, qué, cómo? Si yo pedí el favor y tengo que pasar el vaso, pues ya lo hago yo… pero así funciona la mente de los cuervitos, te ayudo, pero tu haz todo, y ya chance, y hago un poco. Y ¿por qué han agarrado esa moda, esa manera de ser las nuevas generaciones? Pues por una confusión en el mundo de los roles, donde se dijo: los niños no son sirvientes y deben ser el centro de la vida de sus padres, y ahí fuimos todos los zopilotes a creerlo. Desde chiquitos nunca los dejamos llorar, frustrarse o hacer algo por nosotros. ¿Como? ¡Imposible! «Mis hijos están para ser felices, no para ayudarme o para autocontrolarse, los niños no tienen por qué frustrarse», reflexionamos los zopilotes, dignos padres de la generación cuervita que ahora tenemos.

    ¿Qué nos dio miedo a los zopilotes al educar? ¿Qué habría sido tan grave de seguir la tradición «un poco de hambre, un poco de frío y un poco de miedo son la mejor receta para educar»? ¿Qué influyó en nuestra generación de zopilotes para sobre proteger a los cuervitos? Pues no es de ahora, esto viene desde los años 60s con el Dr. Spock quien dijo que los niños se trauman con una nalgada y que nunca hay que contradecirlos, sino negociar. ¡Claro! Es excelente idea negociar con un niño de dos años, tirado en el suelo del centro comercial, pataleando y berreando, mientras su mamá zopilota con ruegos y argumentos amables, lo trata de levantar. ¡Eso no tiene lógica! Y todavía se dice: es que El niño se DEBE expresar, ¡ajaaaaa! y ¿cuándo se aprenderá a controlar? Ah, eso sí quien sabe, eso no viene en el manual.

    Y así este tipo de educación laxa, basada en el diálogo y exhorto con niños de 2 años y adolescentes de 14, les enseña a nuestros cuervitos, que, con tres lágrimas y dos graznidos, nosotros -los zopilotes- estarnos a sus pies para evitar que se enojen con nosotros y hacer su santa voluntad. Esta realidad que nos apremia a algunos de los papás zopilotes (al menos yo me incluyo) es parte de la postmodernidad que influyó en el quitar autoridad a todos a las instituciones y pilares de la sociedad, incluyendo la familia. ¿Por qué? Pues porque al individuo se le manipula, pero a una familia unida y con jerarquías ¡jamás!

    Así, los zopilotes aún tenemos oportunidad de regresar al vuelo del águila y dejarlos volar, siendo para ellos un respaldo, una guía, un ejemplo, más nunca unas alas para volar.

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