Hace treinta años, en nuestro primer número de Cancuníssimo, inauguramos la sección de “Los Coleccionables” con una entrevista a Óscar Constandse, pionero empresario de las costas del Caribe Mexicano. Hoy, al celebrar nuestras tres décadas de vida, lo traemos de nuevo a estas páginas para retomar los temas que se quedaron en el tintero y poner al día los planes y sueños a futuro.
La distancia, las nuevas tecnologías y la crisis de salud del 2020, nos orillaron a conectarnos por la plataforma más usada durante la pandemia: Zoom. Después de varios intentos de conexión, por fin logramos ver y oír a Óscar, instalado en su casa de Valle de Bravo, donde reside desde hace varios años.
“Yo no creo que exista algún proyecto en toda la historia de México que haya dado el número de trabajo y seguridad social que ha dado Cancún”. Así comienza la entrevista Óscar, el hermano y amigo que abrió la brecha para que muchos más vinieran a vivir al paraíso, principalmente a Akumal, donde él y su familia se asentaron a principios de los 70.
“Mi hermano Marcos dice que fue Cancún lo que permitió terminar con la esclavitud de Yucatán; antes no había la menor posibilidad de un trabajo decente, digno y bien pagado en la Península. Es cierto que el precio ecológico ha sido un poco alto; pero si piensas en la productividad que ha dado y sigue dando Cancún por cada área que se depreda, en relación a los millones de hectáreas que están desmantelando en todo el país, no hay comparación”. Y advierte: “Esto no quiere decir que está bien… ¡De ninguna manera!”.
En aquella entrevista, realizada en 1991, se le preguntó si extrañaba el Cancún de antes. Para esas fechas, la fisonomía y dinámica de nuestra ciudad -cuya construcción había empezado 21 años atrás- había cambiado tanto que ya podía ser objeto de añoranza.
“No puedo olvidar la belleza y la tranquilidad del principio. Nos conocíamos todos, éramos un grupo de aventureros que habíamos llegado ahí con toda la intención de ver qué pasaba. Para mí es un recuerdo extraordinario. Akumal era el paraíso. Hasta hoy, y eso que he viajado mucho, no he conocido ningún lugar más hermoso”.
Recuerda con especial cariño una anécdota, que comparte con candidez. “Recién llegados conocí a Felipe Delgado. Su padre era el concesionario de Xcaret. Si lo veías bucear era como ver a Nureyev bailando: ¡una maravilla! Yo le preguntaba a cada rato acerca de los tiburones, pero él solo me contestaba que no me preocupara. Hasta que un día me dijo: mire, le voy a decir la verdad: los tiburones no comen mierda. Y a partir de ahí, comencé a bucear más tranquilo”.
Hace treinta años Óscar estaba a punto de formar parte de un parque que hoy es referente a nivel mundial: Xcaret. “Ha sido un éxito que todo mundo conoce. Con Miguel Quintana y grupo Xcaret hemos hecho maravillas. El mensaje siempre ha sido el mismo: que hay un México lleno de folclor, de gastronomía, de colores y cosas maravillosas”.
En aquel entonces, nuestro estado presentaba, a su parecer, dos vacíos importantes: el de educación, y el de cultura. “No hemos logrado todo lo que nos habíamos propuesto hacer; sin embargo, nunca he dejado de participar en proyectos que tengan como meta elevar la educación en México”. Pone como ejemplo su participación en la presidencia del consejo de Transformar Educando, una asociación por medio de la cual han levantado centros comunitarios en Chemuyil, Puerto Aventuras y Akumal.
Y así, Óscar Constandse, decidido y congruente, comparte su fórmula de éxito. “A través de las múltiples empresas en la que he participado hemos dado trabajo a miles de personas. En ninguna he sido mayoritario; siempre busqué y encontré gente más capaz, inteligente, dedicada y trabajadora que yo. De lo que he sembrado a lo largo de mi vida, la cosecha ha sido extraordinaria”.
Hoy participa con entusiasmo en proyectos sociales y culturales. “Valle de Bravo es un lugar amabilísimo para vivir. Soy parte de la creación del Museo de Arte Popular y también estoy involucrado en los asuntos de Desarrollo Urbano. Me gustaría muchísimo retomar la presencia en Quintana Roo, más que nada con mi familia”. Habla por supuesto de sus hijos, Marco Polo y Rodrigo. “Hoy”, dice satisfecho, “comparto mi vida con Vilma, mi esposa de hace muchos años. Ella es mi apoyo total”.
Pocos días después de esta entrevista, nos encontramos, vía Zoom, con Rodrigo.
“Recuerdo que teníamos solo dos horas de electricidad al día, de las seis de la tarde a ocho de la noche. Los cenotes, los machetes, las palmeras y las iguanas se volvieron nuestro playground, nuestros juguetes. No había clases sociales, éramos todos aventureros y pioneros”. Así comienza a relatar Rodrigo una infancia salpicada de aventuras en el pequeño poblado de Akumal.
“Un día mi papá llegó del trabajo y vio a mi hermano que me perseguía con un machete. Corríamos descalzos, mi mamá vestida de hipil, mientras yo me trepaba a una palmera”. Fue suficiente para decidir que era hora de mudarse a la civilización. Se fueron entonces a vivir a Cuernavaca. “Pero ya era too late. El director de la escuela mandaba llamar a mis papás a cada rato para quejarse… Oiga, ¿qué les pasa a sus hijos? ¡Se quitan los zapatos, se suben a las bardas…! Mi hermano y yo crecimos como Mowgli. Eso se quedó para siempre impregnado en nuestro espíritu”. Su voz no disimula una suave estela de ternura y nostalgia…Después de un tiempo radicando en California, la familia regresó a Cancún. Rodrigo recuerda con añoranza la vez que pusieron el primer teléfono de monedas, en el boulevard Kukulkán. “Me cruzaba en bicicleta todo el campo de golf para llamar a mi novia. También cuando pusieron el primer fax: pasábamos horas viendo cómo se enviaban y se recibían mensajes por esa máquina”.
Estudió leyes en CDMX; fue él quien cumplió el deseo de su padre de que sus hijos regresaran a trabajar a Quintana Roo. Entró a formar parte de AllTournative. “Con esta empresa quise trasmitir a los turistas la infancia que yo viví, que pudieran experimentarla de la misma manera que yo lo hice. Desde que regresé no me he despegado del turismo; primero en lo mío, luego en lo que mi papá fundó, representando mis intereses y los de mi estirpe”.
Lleva un largo camino participando en empresas quintanarroenses. Estuvo en el Acuario Interactivo; luego en Xcaret, como gerente de desarrollo de nuevos negocios; más adelante, en Delphinus. En esa trayectoria, fundó y hasta la fecha preside la Amhmar, una asociación dedicada a la protección de mamíferos marinos. Junto con su equipo creó el ya famoso “Festival de los océanos”, que se realiza cada año con la finalidad de comunicar la importancia del cuidado de los mares.
Rodrigo reflexiona acerca del crecimiento de la ciudad. “Dicen que Cancún fue una ciudad mal planeada, pero yo pienso que sí se planeó muy bien. Lo que no estaba en los planes fue la ineficiencia, la visión a corto plazo, la corrupción, la incapacidad. Hoy somos mucho menos de lo que pudiéramos ser; hay mucho rezago en materia de infraestructura, de desarrollo social, cultural, artístico, de creación de espacios públicos. No creo que sea culpa de los empresarios”, y hace una pausa… “Aunque reconozco que hemos solapado gobiernos que no debimos haber solapado”.
Remata la plática con una mirada capaz de contemplar mejores horizontes. “Me siento muy afortunado de vivir en este estado. Ahora nos toca celebrar lo que hicieron los fundadores de esta ciudad que nos ha dado tanto, y mejorar el rumbo para las generaciones que vienen en camino. No me queda más que ser optimista: sé que lo vamos a hacer mejor”.
Vía celular, Marco Polo, nos comparte su porción de memorias.
“Un gran recuerdo que tengo de mi infancia en Akumal es de cuando pasaba horas jugando con mi hermano Rodrigo, montados en la escultura de Gonzalo Guerrero y Zazil”. Marco Polo, afable como su padre y hermano, relata con emoción sus primeros años en Quintana Roo. No solo creció jugando sobre las figuras de bronce del padre y madre del mestizaje, sino que oía sus historias como si se tratara de un cuento de niños. “Mi madre nos llevaba a unas escaleritas, donde pasábamos horas y horas viendo el mar, tirando piedritas al agua, viendo pasar a las tortugas”.
La libertad con la que creció Marco Polo la traduce como locura. “Aunque no tengo hijos, lo veo con mis sobrinos y los hijos de mis amigos. Es una diferencia tremenda.
Nosotros vivimos sin el peligro de los vicios y males de la sociedad actual. Éramos amigos del poblado de Akumal, y conversábamos el maya con ellos”. De su breve estancia en Cuernavaca coincide con el comentario de su hermano: “Los maestros no entendían qué teníamos en los pies. No podíamos estar con zapatos mucho tiempo. Incluso ahora, 45 años después, tengo una tolerancia en los pies para caminar descalzo impresionante”, confiesa.
Hace memoria de aquellos días, cuando Cancún era Zona Libre. “Era una dualidad divina: al mismo tiempo que faltaban servicios básicos como agua, electricidad, teléfono, podías encontrar quesos extranjeros, latería fina, dulces americanos. Esto me causaba mucha curiosidad”. Optó por estudiar cinematografía. “Crecí con la parabólica viendo películas americanas. En los pocos cines que había, las películas llegaban con dos años de atraso. Así que mejor me fui a la New York Film Academy y luego a la UCLA”. A su regreso a México, experimentó con la industria del video home. “Mi primera chamba fue en Cancún, con la peli El rey de la playa. Le pedí la casa a mis tíos, hasta mis amigos salieron de extras”, cuenta divertidísimo.
Se ha dedicado con éxito tanto a la dirección como a la producción cinematográfica. Entre sus obras están Sexo, pudor y lágrimas, Cásense quien pueda, Más negro que la noche, entre otras. Marco Polo observa algo que pasa en Cancún. “Los barrios no se vuelven barrios; la gente llega a vivir a un lugar y en lugar de remodelar su casa, si tiene oportunidad, se sale y se va a otro lugar”. Lo mismo observa con las plazas comerciales. “En lugar de darles nueva vida a las viejas construcciones, hacen nuevas plazas a cada rato”.
Al igual que su padre y su hermano, Marco Polo es irresistiblemente positivo. De Cancún y su actualidad, expresa: “Es una ciudad muy enfocada al turismo, tiene poco arraigo, todavía está formando su identidad. Es un pueblo muy trabajador; me encanta el optimismo de su gente: no la tumba nadie, ni las crisis, ni los huracanes, ni las bajas de turismo. Cancún se levanta una y otra vez. Yo me identifico con ese espíritu, con esa parte guerrera que tengo de ser pionero. Eso se lo debo a Cancún, un lugar donde no se raja nadie”.
Excelente historia de vida y arduo trabajo, Ojala y Mexicanos emprendedores como ellos sigan descubriendo lugares para desarrollar en Mexico (quedan muchos). Mi sinceras felicitaciones a los Srs. Constandse, en hora buena!