A propósito de la manifestación en Washington, conmemorando los 57 años del discurso de Martín Luther King titulado ‘Tengo un Sueño’; que aludía al trato entre afroamericanos y blancos conviviendo en igualdad de circunstancias, vino a mi mente la reflexión sobre cómo hemos avanzado en el combate a la discriminación en México.
La realidad es que todavía somos un pueblo que discrimina; -no como en los Estados Unidos-, pero sí en contra de otras minorías como los indígenas por su color de piel y su condición socioeconómica. Podría decirse que heredamos mucho de la cultura española por la conquista, pero sería un error, no reconocer que los pueblos prehispánicos también eran racistas y sometían a los que consideraban inferiores: como hicieron los Aztecas con los Tlaxcaltecas.
Estas costumbres y conductas continúan en nuestros genes hasta estos días. Según la Encuesta Nacional sobre discriminación 2017, una tercera parte de mexicanos piensan que los indígenas son pobres a causa de su cultura. Ante la costumbre de juzgar a las personas por su apariencia o raza, se les impide obtener igualdad de oportunidades en educación y empleo. Así, conforme al Coneval, casi 8 de cada 10 diez personas que hablan una lengua indígena, -o sea, el 77.6%-, se encuentran en situación de pobreza; el promedio escolar de este grupo es de 5.7 años -o sea, de primaria inconclusa-; y el analfabetismo es de 13.3 %; ocho veces más que el promedio nacional.
Ciertamente hemos avanzado mucho desde hace 19 años que se instituyo en el artículo primero Constitucional, el Derecho a la No Discriminación. Se crearon leyes e instituciones de las que aquí ya hemos hablado como el CONAPRED, que ahora va a ser dirigido por una mujer indígena, tratando de hacer justicia a dos grupos; al de las mujeres y al de los indígenas. Sin embargo, aún persiste la discriminación en nuestra cultura. Un ejemplo es lo que podemos ver con los migrantes en otros países. Ahí están los centroamericanos que cruzaron a principio de año hacia los Estados Unidos y que no fueron precisamente bienvenidos, así como los haitianos varados en la frontera norte.
La discriminación afecta también a mujeres, discapacitados, jóvenes; adultos mayores, de distintas etnias, creencias o preferencia sexual. Solo mediante el diálogo y aceptación para el reconocimiento de su derecho a participar en la vida social, política y económica en igualdad de oportunidades, se podrá hacer justicia a esta verdadera pesadumbre que es la discriminación. Me despido de ustedes y les invito a seguirme en Twitter @Cristinalcayaga