En respuesta a la escalada de tensiones generada por la invasión rusa de Ucrania, Suecia ha oficialmente dejado atrás su larga posición de neutralidad y se ha unido a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El jueves pasado, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, formalizó la adhesión entregando los documentos correspondientes al Departamento de Estado de Estados Unidos en Washington, marcando así el culmen de un proceso de meses de negociaciones y aprobaciones por parte de los estados miembros de la alianza.
Los documentos de adhesión ahora reposan en una bóveda del Departamento de Estado, el cual funge como custodio de los tratados de la OTAN. En una ceremonia conjunta, el secretario de Estado Antony Blinken expresó: «Al recibir este instrumento de adhesión, permítanme ser el primero en dar la bienvenida a Suecia como parte del Tratado de Washington y el 32º miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte».
Kristersson, por su parte, expresó su agradecimiento a los aliados de Suecia por su apoyo en este proceso y reafirmó el compromiso de su país con los valores y principios fundamentales del Tratado de Washington. «Nos esforzaremos por la unidad, la solidaridad y el reparto de cargas, y nos adheriremos plenamente a los valores del Tratado de Washington: libertad, democracia, libertad individual y Estado de derecho. Juntos somos más fuertes», afirmó en un comunicado oficial.
El camino hacia la adhesión de Suecia a la OTAN no estuvo exento de obstáculos. Turquía y Hungría, dos estados miembros con relaciones más amistosas con Moscú, retrasaron la ratificación de la adhesión sueca durante meses. Sin embargo, la determinación de Suecia de fortalecer su seguridad y defensa en el contexto geopolítico actual, marcado por la agresión rusa en Ucrania, finalmente prevaleció.
La incorporación de Suecia a la OTAN no solo fortalece la seguridad del país, sino que también refuerza la cohesión y la capacidad de respuesta de la alianza frente a las amenazas emergentes en la región. Esta decisión, tomada en un momento crucial para la estabilidad europea, refleja el compromiso de Suecia con la paz y la seguridad internacionales, así como su firme postura en defensa de los valores democráticos y los derechos humanos.