La Semana Santa conmemora para la comunidad católica, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, inicia con el domingo de ramos, le siguen el jueves y viernes santos, el sábado de gloria y culmina con domingo de resurrección; seguido por la semana de pascua. Este periodo ha representado tradicionalmente días de asueto en las escuelas que muchos aprovechan para vacacionar; dinámica que ha contribuido a que se relaje la práctica de las penitencias, y las formas de cumplirlas.
La dinámica de las poblaciones en las ciudades cosmopolitas y sus reglas de convivencia han orillado al cambio gradual de algunas costumbres. Ya no es común ver que se rece el credo el viernes a las 3 de la tarde conmemorando la crucifixión; así como antes en Sábado de Gloria se tronaban enormes títeres con cohetes y en algunas partes la gente se aventaba agua a cubetadas, actos actualmente prohibidos por ley. En las casas se cocinaba romeritos, pescado y mariscos para cumplir con la penitencia de no comer carne, así como tortitas de camarón, lo que en México se conoce como la Vigilia; y en la televisión, era típico ver la película de “La Pasión de Cristo” con Enrique Rambal. ¡Un clásico!
En contraposición, han subsistido las representaciones de la Pasión de Cristo en alcaldías y pueblos, por ejemplo, la de Iztapalapa, en la que los vecinos son los actores y quien representa a Jesús se prepara un año antes. En varias ciudades coloniales como Taxco, Querétaro, San Luis Potosí o San Cristóbal de las Casas, las celebraciones son muy solemnes con procesiones del silencio a donde los penitentes se someten a rudas cargas en símbolo de autosacrificio.
Es posible que se esté perdiendo el sentido profundo de la Penitencia a que están llamados los católicos debido al consumismo, al relativismo o a la indiferencia religiosa; aunque habrá quienes la vivan de una manera diferente o más personalizada. Pero es de destacar que su propósito es que cada uno haga un examen de conciencia personal, corregir las propias faltas, buscar la reconciliación con los demás y renovar la espiritualidad. Es en sí, un espacio de reflexión y no una obligación ni un castigo.
Católicos o no, muchos podríamos aprovechar estos días para esa reflexión personal, pues no se puede mejorar nada si primer, no nos mejoramos a nosotros mismos.
Me despido y les invito a seguirme en Twitter @Cristinalcayaga.