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    OpiniónMemorias cancunenses: Armina Wolpert

    Memorias cancunenses: Armina Wolpert

    Opinión

    ¿Cuántas veces en la última semana le preguntaron si estuvo en la cuidad durante la Wilma? ¿Si ya viviste aquí, cuántas veces la recordaste?

    La insignia de ‘sobrevivió Wilma’ todavía divide nuestra ciudad en audaz e ingenua. Después de 15 años.

    Soy local, pero cobarde. No recordaba los detalles de Wilma, pero cuando Delta comenzó a acercarse, decidí que me alegraría no ganar más experiencia en fenómenos naturales. Y, avergonzada de decirlo, deje la ciudad.

    Pero hoy encontré lo que escribí hace 15 años, justo después de Wilma.

    ¿Tú lo recuerdas así también?

    Ya estamos detrás de esta locura de la naturaleza, y estamos vivos y bien, gracias a Dios.

    Quero analizar y recordar mis reacciones ante Wilma. Después de todo, hubo momentos muy interesantes. Pero como de costumbre, si no los fijas, desaparecen en el olvido. Lo expreso a mi letra para aquellos quien tiene curiosidad.

    Fueron tres días muy largos. Wilma apareció repentina e inmediatamente. E inmediatamente comenzaron estos tres días. Incluyendo la preparación. Pero a pesar de advertencias, estuvimos muy relajados… ¿Que no hemos visto huracanes? No nos asustes. Ni siquiera sacamos las computadoras de las oficinas. Cerramos las ventanas con tablas y eso es todo. Suministros de alimentos para un máximo de un día. Nuestra gente no es temerosa. No hubo pánico.

    Vivimos fuera de la ciudad y bastante lejos del mar, ¿qué nos pudo haber pasado?

    Todos reunidos en casa. Puse la respuesta automática en mi computadora de una manera muy civilizada, diciendo que ‘entraron en un huracán, por favor no se molesten hasta nuevo aviso’… Después viendo esta respuesta automática me pareció un símbolo más surrealista la mi vida anterior.

    Unos días antes del huracán, me senté con una amiga de juventud en uno de los restaurantes de la playa y la dije que hay paraíso en la tierra. Y esta aquí. En México. Ella estuvo de acuerdo conmigo. Pero no hay paraíso en la tierra. La naturaleza es muy inteligente, nos hizo recordar de la ausencia del paraíso y nos puso en nuestro lugar en el justo momento en que comenzamos a perder las proporciones de nuestra propia presencia y la valoración de nuestra propia participación. ¿Me explico? Este es un estado de abundancia no controlada. Era un período tan abrumador, un apogeo. El negocio creció exponencialmente. Recibimos gente de todo el mundo: India, China, Rusia…. Empezamos a perder el control de la situación debido a la abundancia de trabajo y perspectivas.

    La promoción del destino ha alcanzado su clímax: un producto absolutamente perfecto con perspectivas absolutamente perfectas. Naturalmente, mis ambiciones no dormían: viajes, encuentros con cónsules y embajadores, gerentes de los mejores hoteles. El plan para los próximos días era muy intenso, tenía que participar en varios eventos más importantes de nuestra industria. El horario estaba fuera de escala. La familia ha sido advertida como siempre – no esperen, no estaré todos estos días … Pero si estuve… Estuve 75 horas, encerrada, en todas las puertas y cerraduras con la esperanza de que no nos llevara el viento. Que el lobo malvado no vuela nuestra casita … Fue una prueba para todos de los ‘tres cerditos’.

    Y comenzaron estos largos tres días. Con risitas y pereza empezando, terminando del otro lado de la realidad.  El cansancio inexplicable de la presencia tan prolongada de la naturaleza misma. La electricidad se cortó de inmediato, y comenzó … Los golpes del viento… Bueno, sopla, ¿y qué? ¿Qué tan fuerte puede ser ya que es solo viento?  Hablamos del viento, jugamos con él, medimos, hasta que ya se hizo imposible medirlo. Era ya algo que aparentemente no se hemos experimentado antes. Por lo tanto, nos quedó solo soltar la situación y observar. Era imposible analizar o imaginar.

    Pasó la primera noche y la verdad no nos movió muchos emocionalmente. Paso encima, no estábamos realmente asustados. Sí era un viento fuerte, lamentamos por los árboles de mango caídos … Entonces (al principio) todavía fijamos y contamos lo perdido. Un largo día y otra noche. Un estado extraño: la cabeza estaba apretada como si fuera con los tornillos cuando el ojo de Wilma se acercaba (solo después entendí esta dinámica). Toda la naturaleza estaba absolutamente concentrada en Wilma. Existía solo ella – Wilma, no hubo ningún otro participante, incluso las hormigas han desaparecido. La presión atmosférica se volvió para mí completamente tangible físicamente, como el hielo, como el agua. La cabeza lo midió en sus propias unidades. Sufrí de dolor de cabeza.

    El miedo comenzó más tarde, cuando el agua empezó a entrar a la casa a una velocidad increíble. ¿Nos ahogamos? ¿Así de simple? ¿En mi propia casa? La imaginación aumentaba el miedo. Llego el momento de temor y existir en dos realidades: el hogar y el exterior. La casa parecía habitual: la misma cama, misma lámpara. Afuera de la casa- irrealidad. No pude entenderlo en absoluto.

    Wilma era muy diversa e impredecible: la dirección del viento, la cantidad de agua, los momentos de poder, todo cambiaba cada segundo. Por lo tanto, fue muy interesante mirar por la ventana: se podía ver esta actuación durante las horas, la obra maestra del fenómeno natural. Hasta que de repente todo se acabó. El mundo se acabó … De repente no se veía nada… Descubrimos que el color del fin del mundo es blanco.

    Abrimos la puerta y salimos. Lo más difícil al principio fue entender en qué estado estas: ¿antes, después o en el ojo? ¿Todo lo peor ha quedado atrás o está por venir? Sin radio, sin televisión. Sin idea de lo que paso en el resto del mundo. ¿Alguien más sobrevivió, o solo nosotros? ¿Y qué hacer con este conocimiento?

    Un enorme lago blanco rodeaba nuestra casa. Ni una solo alma. Poco a poco el mundo empezó a despertar de esta parálisis provocado por la invasión de esta furia. Los árboles rotos y arrancados (o más bien, lo que quedaba de ellos) empezaron a exhalar lentamente, ni siquiera respirar, sino exhalar. El aire comenzó a salir, el agarre se soltó lentamente de la cabeza. Empezamos a respirar, bajamos los hombros. Alla afuera, había tanto aire…

    Nos esperaba la ciudad torturada, destrozada, vuelta del revés. Sin ropa interior. Incluso fue una pena mirar a esta desnudez. El lobo visitó a todos. No había reglas para él: un área determinada o una casa; todos fueron destrozados por esta furia de tantas horas. Los postes eléctricos gigantes parecían una fila de soldados culpables matados, ninguno se escapó. Todos miraban, miles de ojos estaban abiertos, querían recordar lo que veían. Sabían que eran los testigos de la historia. Sin parpadear. Turistas completamente atónitos en busca de la comida.

    Entonces comenzaron los maravillosos días de euforia de los «supervivientes»: sin luz, sin agua y con poca comida. Convivencia con los niños que, hasta ahora, 15 años atrás recuerdan estos días como los más deseados por la cercanía familiar…

    Hoy después de Delta solo puedo decir: Qué escasa fue Delta en el camino y sus consecuencias, y que escasa fue Wilma en el contexto de la realidad actual… 

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