El COVID-19 golpeó severamente al mundo entero durante el 2020. Las múltiples secuelas de esta pandemia que ha contagiado a más de 76 millones de personas y cobrado la vida de 1.5 millones, seguirá siendo el principal reto geoestratégico tanto para el sector privado como para los gobiernos del mundo a lo largo del 2021. La vacuna vendrá pronto, pero los efectos económicos y el cambio de hábitos durará décadas. Quiero dedicar tiempo para hablar de los grandes retos que habremos de enfrentar en el hemisferio occidental deteniéndome primeramente en América Latina en donde vive el 8.4 por ciento de la población global y en el que e 23 por ciento padece de COVID.
Latinoamérica arrancó el milenio de manera exitosa encabezada mayormente por gobiernos responsables que aprovecharon el boom de los commodities para sacar a sus países de la pobreza. De hecho, vimos un descenso notable en los niveles de pobreza extrema de 45 a 30 por ciento. En estos años emergió una clase media que mejoró su poder adquisitivo y sobre todo abogó por la estabilidad política. Pero pasaron los años y con ello también se acrecentó la corrupción, la desigualdad y se incrementó la polarización entre los de abajo y los ricos. La región se contaminó de populistas y luego llegó la pesadilla del COVID cuyo impacto ha sido devastador.
Está por verse si los gobiernos de la región son capaces de implementar una logística oportuna durante el primer trimestre del 2021 para repartir de manera eficiente la vacuna, esto ayudaría tremendamente a la recuperación económica de manera paulatina. Pero la realidad es que no lograremos ver economías recuperadas hasta el 2022-2023. El secreto es contener los casos de una posible segunda o tercera ola que ya afectó ya a Europa y que actualmente impacta en Estados Unidos. El 2021 será un año de elecciones en Ecuador, Perú, Nicaragua, Chile, México y Argentina y el inicio de procesos políticos en Brasil y Colombia para elecciones en el 2022. Si hubiese que resumir en dos palabras el escenario político de la región lo resumiría así: será una lucha competida entre populistas y pragmáticos en donde los primero desafortunadamente saldrán airosos. En síntesis, el futuro de América Latina se ve complejo: COVID, recuperación económica, migración ilegal, inseguridad y la construcción de una nueva relación con el gobierno de Estados Unidos describen la lista de retos para esta parte del hemisferio.
Toca el turno a la relación México-Estados Unidos que por mucho es el tema que más debiera ocuparnos durante el 2021. El AMLO de la década pasada y el presidente actual no ha cambiado. En el fondo, lo único que atrae a López Obrador de Estados Unidos es el béisbol y nada más. No tolera el sistema, los principios del capitalismo y su empresariado pujante, su activísimo global y muchos otros adjetivos que explican porque sigue siendo el país más poderoso del orbe.
AMLO ha sido pragmático con Trump, evitó pelearse, cumplió sus compromisos y toleró que nos ofendiera sin parar, evitó siempre fijar postura de temas incomodos hasta que lo visitó en la Casa Blanca que ha sido su primer y quizá único viaje como Presidente de la República.
En el 2021 esto cambiará. Con Biden nos ira bien, pero las reglas del juego serán distintas. Pasaremos de una relación de capricho e intercambios entre los jefes de estado a una relación institucional que incluirá temas amplios, los enumero en importancia: seguridad y estado de derecho, migración, derechos humanos, clima laboral y de negocios, energías renovables y medio ambiente y el rol de nuestro país a nivel regional y multilateral.
Biden es un político que conoce bien a AMLO y sus intenciones de alargar su poder y meter mano en muchas de las instituciones y organismos autónomos que han traído estabilidad y confianza al país. Ya no habrá bullying en Twitter del inquilino de la Casa Blanca hacia México y los miles de paisanos que viven en el país, pero habrá presión y mucha diplomacia estricta para resolver temas comunes. Durante el 2021 la relación bilateral vivirá mejores momentos.