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martes, diciembre 24, 2024
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    OpiniónLa corrupción todavía estaba viva: Hugo Alday

    La corrupción todavía estaba viva: Hugo Alday

    Slavoj Zizek, uno de los filósofos contemporáneos de origen esloveno más influyentes en la actualidad, en su obra denominada “El sublime objeto de la ideología”, nos lleva a adentrarnos en el pensamiento marxista y hegeliano de la ideología política y trastoca de forma complementaria a sus obras anteriores, el espectro del manejo de masas desde los órganos más potentados de los Estados en donde advierte de forma cruda y real, la forma de los sistemas políticos corrompidos desde la antigua Roma, hasta nuestros días.

    En su crítica a la ideología cínica, nos lleva a diversos pasajes en donde podemos comparar a sujetos de la política moderna con personas de la historia antigua, así como a los sistemas políticos más perversos que siguen funcionando en la actualidad mediante el dominio de masas, como en su momento lo logró Cayo Julio César, quien después de ser exiliado de Roma y de la derrota de su tío Cayo Mayo a manos del tirano Sila, volvió fortalecido y desde la posición de mártir del sistema, logró amasar apoyos de todos los sectores haciendo uso de una retórica pulida y estrategias de beneficios sociales a los más necesitados.

    Con el ascenso de Cayo Julio César al poder, poco a poco se percató de que él solo era Roma y cada vez necesitaba menos a las instituciones, lo que pudo haberlo cegado en palabras de Zizek, “Cuando Cesar consolidó su poder personal, y lo fortaleció hasta proporciones, imperiales, actuó objetivamente en sí, de acuerdo con la verdad histórica, la necesidad histórica – la forma republicana estaba perdiendo validez, la única forma de gobierno que podía salvar la unidad del Estado romano, era la monarquía, un Estado, basado en la voluntad de un solo individuo – pero era todavía la República, la que prevalecía formalmente, la República estaba todavía viva, sólo porque se olvidó de qué ya estaba muerta”, generando confianza desmedida en Cayo Julio César, el gran político y conquistador que, al olvidar que la Republica seguía viva, y ella misma  maquino en su contra el plan para deshacerse de su monarca en potencia de la mano de su propio hijastro, Marco Junio Bruto, rescatándose la famosa frase: “Tu quoque, Brute, fili mi” (Tú también, Bruto, hijo mío).

    Sin olvidar que esta historia se repite de forma constante, ya que algo semejante sucedió con la dinastía Flavia al ascenso del terrible Domiciano; o bien, con la dinastía Severa al decretarse la “damnatio memoriae” del menor de la familia para que no llegase a gobernar; o finalmente con el envenenamiento de Marco Ulpio Trajano a manos de su esposa y su sobrino Adriano, quien gobernaría posteriormente. Los buenos gobernantes que pierden la noción de la forma de gobierno en la que participan, por regla general no terminan bien y el mismo pueblo se encarga de manchar sus memorias, como sucedió tantas veces por las oscuras cloacas romanas donde se fraguaron asesinatos y descensos de los hombres más notables.

    Pero siguiendo con Zizek, éste nos dice que la culpa es la que nos tiene inmersos en el loop de repeticiones históricas de malos gobiernos y malas decisiones, ya que el pueblo al convertirse de manera consciente en parte fundamental de esa corrupción se siente culpable y retorna una y otra vez para repetir y repetir de manera interminable su propio daño autoinfligido.

    Zizek lo expresa de la siguiente forma, “Cesar tiene que morir como personalidad empírica, de carne y hueso, precisamente porque la necesidad es cuestión simbólica… el primer asesinato, el parricidio de Cesar, abrió la culpa, y fue esa culpa, esta deuda, la que fue la fuerza impulsora de la repetición”.

    Para nosotros es más claro, jugamos el papel de pueblo cómplice de la administración de turno y solamente nos quejamos cuando nos toca debajo en la rueda de la fortuna, pero aguantando la respiración hasta que cambie la administración y nos pueda tocar en medio o arriba, porque finalmente todos participamos en la creación o des-creación del Estado por el simple hecho de no querer madurar como pueblo y ser responsables de nuestras decisiones. Dejar que decidan todo por nosotros está en el ADN de este país corrompido hasta el tuétano llamado México. Porque como decía Octavio Paz, “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio”, y por culpa, seguimos siendo esa masa sin cantera.

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