Rogelio Ramírez de la O es quizá el más fifí de todos los integrantes del gabinete, para ponerlo en términos de su propio jefe, el presidente López Obrador. Su robusta y prestigiada empresa consultora le permitió gozar de una vida francamente desahogada, recursos más que suficientes y la posibilidad de moverse a sus anchas entre México y Nueva York. Un financiero muy exitoso.
No era la primera vez que su amigo Andrés Manuel, el presidente, le pedía ser su secretario de Hacienda. Pero las reglas no escritas de la política marcan que no se le puede decir que no tantas veces a un presidente. Y Rogelio Ramírez de la O finalmente le dio el sí. Aceptó ser su tercer secretario de Hacienda.
No me imagino que un hombre con la vida que llevaba el nuevo titular de las finanzas nacionales hubiera aceptado dejar todo para instalarse como otro florero de un gabinete en el que López Obrador es el verdadero secretario de todo. Y eso les ha dicho Ramírez de la O a empresarios y financieros con quienes se ha reunido para empezar a tender puentes y tejer alianzas: él cree que todavía se puede construir confianza en el manejo económico del país, él va a tener margen de maniobra, él va a poder darle la vuelta.
En una de las reuniones con empresarios, según me confiaron asistentes, su frase fue: en los tres años que faltan, “van a ver al López Obrador socialdemócrata que siempre han querido”. Prometió que en lo que resta del sexenio, el presidente se parecerá mucho más al jefe de Gobierno moderado de hace 20 años que al radical que ha sido en Palacio Nacional.
Les confió que tiene el visto bueno de López Obrador para tomar control de la secretaría de Hacienda y del sector energético. En lo que toca a Hacienda, para poner a todos los mandos que él considere y que todos le respondan a él (ya empezó con buenos perfiles); y especialmente para restructurar la Oficialía Mayor, esa obesa y rebasada oficina que acaparó todo el manejo del dinero público hasta atrofiar el funcionamiento del gobierno. Y en lo que toca al sector energético, no necesariamente cambiando a los titulares de las dependencias, pero sí metiendo a gente de su confianza en las áreas financieras para reordenar y tener control.
El nuevo secretario de Hacienda, según las mismas fuentes, sabe que no puede cambiar el agresivo discurso nacionalista y estatizador de su jefe cuando habla de energía, pero prometió a los empresarios que sí puede organizarlo, matizarlo y sobre todo, encapsularlo, para que no contamine la confianza en el resto de la economía mexicana. Suena complicadísimo. Veremos.
Cuentan que cuando le pidió dejar Gobernación, él le ofreció otras dos secretarías: Trabajo y Semarnat. Ella solicitó presidir el Senado.