¿Por qué el papa Francisco no será enterrado en el Vaticano?

La muerte del papa Francisco ha traído consigo varias decisiones inéditas en la historia reciente de la Iglesia católica. Una de las más sorprendentes es que no será enterrado en las tradicionales criptas vaticanas, como la mayoría de sus predecesores. Esta decisión, que ha generado curiosidad y debate, responde a los deseos personales del pontífice y a su particular visión del papado.

Una vida de sencillez, también en la muerte

Desde el inicio de su pontificado en 2013, Jorge Mario Bergoglio dejó claro que deseaba un papado sencillo, lejos de los signos de poder o privilegio. Eligió vivir en la Casa Santa Marta en lugar del lujoso Palacio Apostólico, usó un anillo papal de plata en vez de oro, y rechazó muchos de los gestos de ostentación tradicionales.

Su decisión de no ser enterrado en las grutas vaticanas sigue esta misma lógica. Para Francisco, la sencillez es una forma de coherencia hasta el final. No desea un mausoleo monumental ni una tumba rodeada de honores, sino un descanso humilde, más cercano al pueblo que siempre defendió.

El cardenal Jorge Mario Bergoglio, viajando en el metro en Buenos Aires
El cardenal Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco), viajando en el metro en Buenos Aires, Argentina, en 2008. 
Foto: AP/Pablo Leguizamón

El destino elegido: una opción significativa

Aunque no se han revelado oficialmente todos los detalles, diversas fuentes han indicado que el papa Francisco pidió ser enterrado en un lugar sencillo fuera del Vaticano, probablemente en Argentina, su país natal. Se menciona que su deseo sería descansar en Buenos Aires, posiblemente en un cementerio común o en algún sitio vinculado a su servicio pastoral previo al papado.

Esta elección tiene un profundo simbolismo. Representa un regreso a sus raíces, un gesto de humildad y de servicio que reafirma su identidad como “pastor entre los pastores”, antes que como jefe de Estado.

Una tradición que evoluciona

Históricamente, la mayoría de los papas han sido enterrados en las grutas bajo la Basílica de San Pedro, un espacio que resguarda las tumbas de decenas de pontífices. Sin embargo, no es obligatorio ser sepultado allí. La Iglesia permite que cada papa deje instrucciones específicas sobre su funeral y lugar de descanso final.

Francisco no es el primer pontífice en cambiar las tradiciones funerarias, pero su decisión marca un fuerte contraste con el peso histórico del Vaticano. Es una señal de que la figura del papa puede seguir humanizándose, enfocándose menos en la majestuosidad terrenal y más en la espiritualidad auténtica.

La última lección de Francisco

Al optar por un entierro sencillo fuera del Vaticano, el papa Francisco da una lección final sobre la humildad y la igualdad. Incluso en la muerte, rechaza los privilegios que muchos considerarían naturales para un líder de su rango.

Su decisión invita a reflexionar sobre la verdadera esencia de la vida cristiana: el desapego de los bienes materiales, la cercanía con el pueblo y la esperanza en la vida eterna, más allá de los honores mundanos.

En definitiva, el legado de Francisco no se medirá por una tumba suntuosa en el corazón del Vaticano, sino por el impacto de sus gestos, sus palabras y su ejemplo, que seguirán inspirando a generaciones futuras.

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