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    ¿Perdiendo la inocencia?; Violencia e infancia

    Opinión

    Nuevamente el debate sobre la violencia y la infancia cobró fuerza, cuando el pasado 10 de enero un menor de 11 años introdujo dos pistolas a su escuela, en Torreón, Coahuila, asesinando a una maestra, hiriendo a varios de sus compañeros, y al final, quitarse la vida

    Ante el terror de lo acontecido, y las preguntas de los ‘¿por qué…?’, el gobierno de aquel estado se aventuró a señalar que los videojuegos violentos fueron la causa de esta conducta en el menor, una declaración que muchos expertos en comportamiento infantil y psicólogos han calificado como errada, pues es imposible atribuir a una sola causa este tipo de comportamiento, y el tema, en vez de abonar a un debate sano y constructivo,generó divisiones.

    Sin embargo, este no es el primer caso de este tipo. Ya en 2017 sucedió un hecho similar en una escuela de Monterrey, Nuevo León, que dejó dos decesos y tres heridos. A esto se suman conductas cada vez más agresivas en niños, en una tendencia que no ha dejado indiferentes a expertos en todo el país, pero ¿qué genera este tipo de conducta?

    Cada vez crece el número de padres de familia que acuden a consultas psicológicas para encontrar una raíz y solución a problemas de conducta en sus hijos, con señalamientos frecuentes que van desde comportamientos rebeldes y manipuladores, a agresividad en situaciones puntuales que pueden llegar a convertirse en trastorno negativista desafiante, una alteración que, de acuerdo con datos en España, presentan 15% de los menores de 16 años, cuya incidencia en México es similar, o quizá mayor, de acuerdo con Carmen Jazmín Dzul, psicóloga especialista en trabajo social en menores.

    “La agresividad es un trastorno que, en exceso, si no se trata en la infancia, probablemente originará problemas en el futuro y se plasmará en forma de fracaso escolar, falta de capacidad de sociabilización y dificultades de adaptación”, señaló la psicóloga.

    Caso Torreón

    En el caso del menor de Torreón, investigaciones señalaron un entorno familiar hostil, rodeado de una falta de empatía y muestras de cariño sinceras, y en cambio, un ambiente donde convivió con la violencia de forma directa, es decir, la probable causa de sus actos fueron multifactoriales, que lejos están de responsabilizarlo enteramente a los videojuegos.

    En el asunto del menor de Monterrey, se dieron a conocer causas familiares y el estar expuesto a grupos de redes sociales sin supervisión, desde donde pudieron coaccionar sus actos. En ambos casos, son situaciones que pudieron detectarse a tiempo y evitar un deterioro en la psique del menor.

    Para esto es vital el entorno familiar. No por nada, actualmente muchas de las estrategias oficiales para la prevención de la violencia se enfocan en mejorar el ambiente dentro de los hogares. Cuando el bebé nace, trae impulsos amorosos y agresivos que, con el tiempo y con el cuidado de los padres, empezará a diferenciar. Dependiendo del establecimiento de sus vínculos afectivos desarrollará un tipo de relaciones personales u otras.

    Este es un concepto muy importante y con gran repercusión en la vida del niño. Su personalidad se construirá a partir de su conocimiento del mundo a su alrededor. Para eso, es necesario que el bebé se sienta protegido y cuidado en su entorno familiar.

    “Es aquí donde radica la importancia de la familia, pues es un modelo de actitud, disciplina, conducta, comportamiento, ética y valores, que más influyen en la formación de los niños”, apuntó Carlos Arturo Matus Berezaluce, psicólogo especialista en salud psicolosocial.

    Está demostrado que el tipo de disciplina que una familia aplica al niño será el responsable por su conducta agresiva. Un padre poco exigente, por ejemplo, que tenga actitudes hostiles, siempre desaprobando y castigando con agresión física o amenazante a su hijo, estará fomentando la
    agresividad en el niño.

    Otro factor que induce al menor a la agresividad, es cuando la relación entre sus padres es tensa. Dentro del factor sociocultural influirán tanto el tipo de barrio donde se viva, como la presencia de expresiones que fomenten la agresividad, y es ahí donde también lo que ve y escucha en los medios masivos de comunicación puede, si no influir, sí dotar de información que el menor no sabrá cómo manejar y canalizar.

    Factores orgánicos de tipo hormonal

    “Es responsabilidad directa del padre o tutor, ver qué páginas de Internet ve su hijo, qué redes sociales usa, sus contactos, incluso, las películas y los videojuegos, para saber si son aptas para su edad”, expresó el psicólogo.

    Aunado al factor ambiental, es decir, el de la familia, amigos y escuela, entre otros, también se suma el factor orgánico de tipo hormonal.

    Los problemas cerebrales, los estados de mala nutrición y los problemas de salud,  también influyen en el comportamiento agresivo; y dentro del factor social, el niño que no tiene estrategias verbales para afrontar las situaciones difíciles, será fácilmente conducido a la agresión.

    En este tema coincide la psicóloga Dzul Juárez, al señalar que también pueden estar implicados factores más complejos como las alteraciones en algunos de los mecanismos cerebrales, sobre todo en los lóbulos frontales que son los que regulan el comportamiento. Además, en las personas con tendencia a la agresividad, se han encontrado niveles anormalmente bajos de serotonina, un neurotransmisor implicado en el manejo de las emociones.

    La tarea de los padres

    Aunque ambos especialistas señalaron la importancia de que los menores con actitudes agresivas reciban evaluaciones y consultas, también indicaron que es primordial que los padres:

    • Detecten y corrijan comportamientos desde sus primeras apariciones, evitando castigos violentos ante conductas agresivas, y moderando el tono y vocabulario con el niño.
    • Refuercen comportamientos no agresivos, para así fortalecer las acciones positivas que este realice.
    • Claridad en las conductas que esperan del menor y las que no se tolerarán.
    • Realicen actividades alternas a las agresivas, como juegos y actividades, que le permitan desviar sentimientos de enojo y frustración ante situaciones cotidianas.
    • Hablen con ellos constantemente, preguntándoles cómo reaccionarían ante diversos conflictos.

    También se encuentra el hecho de que se debe de eliminar las causas de estrés y ansiedad, y es aquí donde la supervisión de los videojuegos y redes sociales debe ser muy activa por parte de los padres, para detectar contenido que podría estar sobre estimulando al menor y desencadenando comportamientos que no son propios.

    “Por algo es que los videojuegos, películas, música, libros, comics y juguetes tienen rangos de edad, pues hay productos que, en lugar de divertir a los menores, los podría sobrestimular de la forma incorrecta o les permite tener contacto con personas mayores que podrían mal informarlos o guiarlos a prácticas que no son propias de su edad”, expresó Matus.

    Lo cierto es que, ante la llegada masiva de información a la que los menores son sujetos día a día, además del cambio en las dinámicas familiares, obligan a poner más atención a la salud psicosocial en su desarrollo y alertar de comportamientos que puedan estar mal direccionados.

    “Estos casos que se presentaron son los extremos. Tenemos que evitar que se repitan y esto es un trabajo que inicia en el hogar”, expresó el psicólogo.

    Por Carlos Matus

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