El presidente Andrés Manuel López Obrador dice en promedio, 5 mentiras en cada conferencia mañanera.
El dato es de la consultoría SPIN-Taller de Comunicación Política que se dedica a analizar y contrastar con la realidad lo que dice el primer mandatario en sus conferencias de prensa diarias desde Palacio Nacional.
Una nueva ola de desprecio por la verdad recorre los pasillos del poder en todo el mundo. Se han inventado ya los eufemismos propios: post-verdad, verdad alternativa, fake-news, otros datos. Distintas maneras para evadir el término que aplica: mentira.
La diseminación de mentiras siempre ha estado asociada al poder. Forma parte de las estrategias comunicacionales desde todos los tiempos. Que el presidente mienta no es nuevo en México. Muchos presidentes nos han mentido. Y no pocas veces han sido descubiertos haciéndolo.
Lo que tiene de especial el sexenio actual es que la mentira es abiertamente promovida desde el poder. No sólo en el ajetreo de las mañaneras, sino en voz ni más ni menos que del Jefe de la Oficina de la Presidencia de México, Alfonso Romo.
Encargado de la complicadísima tarea de hacer que los empresarios mexicanos le tengan confianza al presidente López Obrador a pesar de sus dichos y sus políticas, Alfonso Romo tuvo un lance público de sinceridad el viernes, de gira en León, Guanajuato:
“Cuando hablen con la gente del Banco de México, por favor hablen de optimismo, que están confiados, que no tienen miedo… échenle mentiras si quieren, pero por favor, que creen un ambiente optimista, es importantísimo, porque eso va relacionado con beneficios a sus negocios, a sus familias y a sus empleados”.
A Alfonso Romo le preocupa que en la más reciente encuesta del Banco de México, la confianza de los empresarios sigue cayendo: el retroceso anual fue de aproximadamente 2% en construcción, comercio y manufacturas. El índice sale de lo que pregunta el Banxico a empresarios. Por eso Romo incentiva, entre broma y broma, a que le digan mentiras al Banco de México: que le contesten que todo va bien, que tienen grandes expectativas sobre el futuro, que confían en las medidas de la autoproclamada 4T.
Ese es quizá el principal problema. Lo he abordado en otros momentos. Con la idea de que ‘hay que vender el camello’, esté como esté, muchos empresarios le dicen mentiras al presidente. Se reúnen con él y son puras sonrisas y aplausos para las cámaras, promesas de inversión y cánticos de certidumbre. Pero tan pronto salen de Palacio, no temen en expresar en corto sus enormes preocupaciones.