El violento asalto a la sede del legislativo federal de EE.UU por parte de los extremistas seguidores de Trump, fue un hecho sin precedentes en la democracia estadounidense.
Alentados por el propio Trump, quien incitó a sus fanáticos seguidores congregados en Washington con la supuesta letanía de teorías conspirativas a las que responsabiliza de su derrota electoral. Los hechos han sido vistos y condenados en todo el mundo a través de los medios de comunicación además criticados y motivo de burla en las redes sociales por lo violento y grotesco del histórico incidente en ese país.
El meme personificado por excelencia es el del mismísimo Trump, al que más se le ha sacado humor. La forma en que se tomó el capitolio recuerda a imágenes de películas como Hunger Games. Manifestantes con máscaras, y otros con disfraces extravagantes tomaron y se sacaron selfies burlándose de sus símbolos nacionales. Toda esta situación fue aprovechada por las redes sociales para liberar tensión con un poco de humor.
Pero la critica y molestia fue más allá. El hecho es que cuatro personas murieron y al menos 14 policías resultaron heridos.
¿Por qué les resultó tan fácil a los seguidores de Trump irrumpir en el Congreso del país más poderoso del mundo?
¿Si estos actos delictivos y violentos hubiesen sido cometidos por afroamericanos, o alguna otra minoría hubiera sido la misma reacción policiaca?
¿Cómo fue posible que un número relativamente pequeño de personas asaltara la sede del Congreso del país más poderoso del mundo?
La respuesta es relativamente sencilla.Simplemente, las autoridades no utilizaron la inmensa fuerza a su disposición para tratar de evitarlo. Lo que es indudable es que si bien una marcha de protesta hacia el Capitolio había sido anunciada, y la toma del Congreso había sido discutida abiertamente por algunos grupos afines a Trump en redes sociales, el operativo de seguridad dispuesto para la ocasión no fue diseñada ni estuvo lo suficientemente preparada para evitar actos extremistas como lo que vimos.
La seguridad de la sede parlamentaria fue dejada casi exclusivamente en manos de la Policía del Capitolio, un cuerpo de 2.000 elementos. De hecho, según el diario británico The Guardian, solamente 115 guardias estaban de servicio de forma simultánea, y en su gran mayoría dedicados a labores de control de tráfico.
A diferencia de lo ocurrido en las marchas de protesta ‘Black Lives Matter’ a mediados del año pasado, donde el Capitolio se militarizó y en números mucho más grandes durante las protestas de los afroamericanos, en esta ocasión la Guardia Nacional no fue desplegada frente al Capitolio y los pocos agentes se vieron rápidamente desbordados por los violentos manifestantes.
Muchos han denunciado la gran diferencia en el uso de la fuerza por parte de las autoridades en comparación con protestas protagonizadas mayoritariamente por ciudadanos negros.
Según un experto policial citado por ‘The New York Times’, dada la potencial participación en la marcha de gruposextremistas con un historial de enfrentamientos violentos, se tendría que haber erigido un perímetro alrededor del área cercana Capitolio y un segundo alrededor del edificio en sí.
En las redes se ha criticado fuertemente la escasa resistencia ofrecida por los agentes frente los seguidores de Trump, en su inmensa mayoría blancos, y el hecho de que algunos agentes se tomaran selfies en el interior del Capitolio con los asaltantes, policías escoltando a los manifestantes por el Capitolio sin detenerlos y además hay un video donde un agente levanta una barrera para permitir la entrada de los asaltantes.
Esa diferencia de trato se hizo evidente en la retórica del presidente Trump, que le dijo a los asaltantes del Capitolio que eran ‘especiales’ y ‘los queremos’, cuando en junio descalificó a los participantes en las protestas contra el racismo y la violencia policial como ‘perros salvajes’.
‘La multitud que ataco en esta ocasión al Capitolio tenía un propósito muy claro y eso fue impulsado por la idea de que sus acciones eran legítimas, dada la percepción de que su presidente, como su comandante en jefe, los había autorizado para ir y hacer esto’, dice el profesor Stott, que es conocido por su investigación sobre la psicología de la violencia grupal y el vandalismo.
Los actos y lo hechos parecen salir de un comic de ciencia ficción.