La segunda temporada de The Last of Us en HBO ha logrado algo poco común en las adaptaciones de videojuegos: capturar la profundidad emocional del material original mientras añade capas narrativas propias del lenguaje televisivo. Con solo siete episodios, la nueva entrega ha condensado momentos cruciales del aclamado videojuego The Last of Us Part II y ha conseguido, en muchos aspectos, superar las expectativas. Sin embargo, no ha salido ilesa de las decisiones creativas que han dividido a la audiencia. En el centro de esa división está la impactante —y para muchos, cuestionable— muerte de Joel, interpretado magistralmente por Pedro Pascal.
Una temporada que crece en calidad y ambición
Desde su primer capítulo, esta segunda temporada se siente más oscura, más introspectiva y más emocionalmente compleja. Ellie (Bella Ramsey) se convierte en el núcleo emocional de la historia, y la serie lo aprovecha al máximo. Ramsey da una interpretación poderosa, transmitiendo con una mirada todo el peso del dolor, la rabia y la confusión que arrastra el personaje tras el brutal asesinato de Joel.
La fotografía sigue siendo uno de los puntos fuertes: la desolación de los paisajes contrasta con la intimidad de las escenas humanas. La dirección apuesta por una narrativa más pausada pero también más madura, permitiendo que los personajes respiren, evolucionen y se enfrenten a sus propios fantasmas.
Destacan los episodios dedicados a nuevos personajes y a momentos del pasado. Dina (interpretada por Isabela Merced) aporta calidez y ternura a una historia cargada de violencia emocional, mientras que los flashbacks de Joel con su hermano Tommy y con Ellie aportan más profundidad a un personaje que, hasta ahora, parecía haberse definido solo por sus decisiones extremas.

El corazón que se rompe: la muerte de Joel
No se puede hablar de esta temporada sin abordar el momento más controversial: la muerte de Joel. En el segundo episodio, el personaje es brutalmente asesinado por Abby, en una secuencia que replica con fidelidad el videojuego, pero que en pantalla adquiere una nueva dimensión.
Pedro Pascal construyó un Joel complejo, endurecido por el trauma pero también lleno de cariño silencioso por Ellie. Su muerte no solo es brutal; es abrupta, casi anticlimática. El espectador, que ha invertido tiempo y emociones en este personaje, apenas tiene tiempo para procesar la pérdida. La narrativa parece enfocarse más en las consecuencias que en el propio momento, y eso deja un sabor amargo.
Sí, es una decisión fiel al juego. Sí, empuja a Ellie hacia su arco de venganza y evolución. Pero en términos televisivos, eliminar a un protagonista de tal peso tan temprano —y de forma tan impersonal— puede sentirse como una traición a la audiencia. La serie pierde a uno de sus pilares más sólidos demasiado pronto, y aunque Ramsey sostiene la carga emocional con admirable fuerza, la sombra de lo que Joel pudo seguir aportando persiste en cada episodio.
Un riesgo que vale la pena, pero no sin cicatrices
A pesar de la controversia, esta segunda temporada de The Last of Us es una obra televisiva de altísima calidad. La actuación de Bella Ramsey es, sin duda, el alma de la serie; la inclusión de nuevos personajes expande el universo sin sentirse forzada, y la dirección se atreve a explorar dilemas morales sin dar respuestas fáciles.
Pero la pérdida de Joel —más allá del acto en sí— resuena como una oportunidad desperdiciada para desarrollar aún más su compleja relación con Ellie. No se trata de negarse al cambio o al riesgo narrativo, sino de reconocer que hay decisiones que, aunque valientes, pueden fracturar la conexión emocional con la audiencia.
En conclusión, The Last of Us temporada 2 es una poderosa y bien ejecutada continuación, rica en emociones, detalles técnicos impecables y actuaciones memorables. Pero también es una advertencia sobre el precio de sacrificar el corazón de una historia en nombre de la fidelidad a un guion original que, en televisión, tal vez necesitaba adaptarse más al medio que al videojuego.