El relevo de la llama olímpica marca el inicio de la cuenta regresiva hacia los esperados Juegos de París, con un simbolismo que trasciende el tiempo y las fronteras. La centenaria tradición se reavivó en el antiguo enclave de Olimpia, donde la llama cobró vida en una ceremonia cargada de mensajes de esperanza en medio de un contexto global tenso.
Ante las imponentes ruinas del templo de Hera, la llama olímpica, portadora de paz desde la Antigüedad, fue encendida a las 12:15 locales en un acto que, aunque no pudo realizarse con los rayos del sol debido al cielo nublado, mantuvo intacto su significado gracias a la intervención de las ‘sacerdotisas’ que preservaron la llama de reserva desde el ensayo general del día anterior.
El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, enfatizó el mensaje de esperanza que emana de este símbolo, especialmente necesario en un momento marcado por tensiones internacionales. En presencia de distinguidas personalidades como la presidenta de Grecia y la ministra francesa de Deportes, la llama se erigió como un faro de unión y renovación.
El recorrido de la antorcha hacia París se perfila como un viaje lleno de simbolismo y emoción. Desde Grecia hasta la ciudad anfitriona, seiscientos relevistas llevarán la llama a través de 5,000 kilómetros de territorio, incluyendo islas, enclaves arqueológicos y la majestuosa Acrópolis de Atenas. Este periplo no solo conecta lugares físicos, sino que también une historias y culturas en un camino hacia la paz y la celebración deportiva.
El presidente del comité de organización de los Juegos de París, Tony Estanguet, subrayó la inspiración que estos Juegos representan para las generaciones presentes y futuras. Con cada paso de la antorcha, se aviva la llama del espíritu olímpico, alimentando sueños y aspiraciones en todo el mundo.
En un gesto de continuidad histórica, el primer relevista, el griego Stéfanos Duskos, campeón olímpico de remo, recibió la llama en el antiguo estadio olímpico, seguido por la nadadora francesa Laure Manaudou, campeona en Atenas 2004. Este intercambio de la llama entre atletas encarna la esencia misma de los Juegos: la unión a través del deporte y la competencia justa.
El viaje de la llama hacia París continuará su curso, atravesando fronteras geográficas y culturales, recordándonos que, aunque nuestros caminos puedan ser diversos, todos compartimos el mismo deseo de paz y unidad.