Dos años la esperaron por Rusia y al final brincó por Ucrania, con una fuerza que nadie esperaba.
La posibilidad de someter a Donald Trump a un juicio político que pudiese concluir en su destitución es hoy más real que nunca.
El primer paso del proceso ya fue anunciado por la mayoría demócrata en la Cámara baja: una investigación para determinar si se abre el juicio.
Su salida del cargo de presidente de Estados Unidos parece lejana y dependería de que cosa de diez de sus compañeros republicanos en el Senado se convenzan de que la evidencia de que cometió un crimen es contundente. Pero sobre todo, de que llegue el momento en que determinen que les saldría más caro seguir apoyándolo que permitir su caída.
A ese punto llegaron los republicanos en 1974 y se lo hicieron saber al presidente Richard Nixon. Él presentó su renuncia antes de que lo defenestraran.
Desde que llegó al poder en enero de 2017, incluso desde antes, a Donald Trump lo persiguió la sombra del ‘impeachment’ por su probable colusión con Rusia para manipular la elección presidencial a su favor.
La Cámara de Representantes, dominada por los demócratas, decide si se abre el proceso. Pero el juicio lo lleva a cabo el Senado, de mayoría republicana.
Durante dos años, el fiscal especial Robert Mueller investigó el caso. Concluyó que sí hubo intervención rusa en el proceso y presentó cargos contra 34 personas, siete estadounidenses, 23 rusos y un holandés.
Pero sobre Trump, si bien no lo exoneró del delito de obstrucción de justicia, tampoco tuvo elementos suficientes para acusarlo formalmente. La bomba con la que soñaban muchos demócratas se cebó.
La semana pasada una bomba que nadie esperaba apareció. Un funcionario de Inteligencia presentó una denuncia por posibles acciones ilegales de Trump, a partir de una llamada telefónica que sostuvo hace dos meses con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Aún no se hace público el contenido completo de la denuncia -que se mantiene anónima- ni de la llamada, pero ya se sabe que Trump le insistió al mandatario ucraniano que investigara a Hunter Biden, hijo de su probable rival demócrata en la próxima elección, el exvicepresidente Joseph Biden. Hunter tiene participación en una empresa asentada en Ucrania.
También se sabe que unos días antes de esa llamada, ordenó suspender el flujo de millones de dólares en ayuda a ese país. Y que su abogado Rudolph Giuliani presionó a funcionarios de Ucrania para que abrieran la indagatoria contra Biden.
Es decir, habría usado la Presidencia de Estados Unidos para extorsionar a un jefe de Estado extranjero con el fin de perjudicar a su oponente político interno. Un acto que bien podría constituir un delito.
Lo que sigue es una batalla de lodo en Washington que marcará la contienda presidencial del año entrante.
En todo esto será clave qué dijo y qué no dijo Trump en ese telefonema. En los últimos días, los demócratas dieron un giro notable endureciendo brutalmente su postura sobre el tema. ¿Sabrán algo?
Hay dos escenarios. Una victimización de Trump que lo impulse a reelegirse. O la destitución que ya nadie tenía presupuestada.