Cada año, entre junio y noviembre, los océanos tropicales se convierten en la cuna de algunos de los fenómenos naturales más poderosos del planeta: los huracanes. Estas gigantescas tormentas, también conocidas como ciclones o tifones dependiendo de la región, tienen una serie de características y comportamientos que despiertan tanto fascinación como temor. Pero ¿por qué se forman siempre en el trópico? ¿Y por qué suelen moverse hacia el norte? Aquí lo explicamos con algunas curiosidades poco conocidas.
Nacen donde el mar hierve: el papel del calor tropical
Los huracanes necesitan combustible, y lo encuentran en el calor del océano. Para que una tormenta tropical evolucione en huracán, el agua del mar debe estar a una temperatura mínima de 26.5 °C en los primeros 50 metros de profundidad. Estas condiciones solo se dan en los trópicos, la franja del planeta ubicada entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio, donde el sol incide con mayor intensidad y calienta los océanos de forma constante.
Ese calor hace que el agua se evapore rápidamente. El vapor asciende y se condensa formando nubes de tormenta, liberando más calor (calor latente), lo que a su vez intensifica la convección. Este ciclo crea una zona de baja presión que comienza a girar debido al efecto Coriolis.
El efecto Coriolis: la fuerza invisible que los hace girar
El efecto Coriolis, provocado por la rotación de la Tierra, hace que las masas de aire se desvíen a la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el hemisferio sur. Este fenómeno es esencial para que un huracán pueda girar en espiral y organizarse.
Curiosamente, este efecto es tan determinante que en un cinturón muy cercano al ecuador (aproximadamente 5° al norte o al sur) los huracanes prácticamente no se forman. Allí, la fuerza de Coriolis es casi nula, por lo que no hay giro y la tormenta no logra estructurarse.
¿Por qué se mueven hacia el norte?
Una vez formados, los huracanes no se quedan quietos. Generalmente siguen una trayectoria que va del oeste hacia el noroeste o norte. Esto se debe a los vientos dominantes en la atmósfera.
En la región tropical, los vientos alisios empujan a las tormentas hacia el oeste. Pero a medida que avanzan y se alejan del ecuador, entran en contacto con la corriente en chorro subtropical (jet stream), que circula de oeste a este y los desvía hacia el norte. Es por esto que muchos huracanes que se forman frente a África terminan amenazando el Caribe, el Golfo de México o incluso la costa este de Estados Unidos.
Curiosidades que probablemente no sabías
- El ojo del huracán es engañosamente tranquilo: mientras todo a su alrededor ruge con vientos devastadores, el centro de un huracán puede tener cielos despejados y vientos suaves. Es un oasis en medio del caos.
- El hemisferio determina su sentido de giro: en el norte giran en sentido antihorario, y en el sur, horario. Nunca al revés.
- Se “alimentan” del mar: si tocan tierra o atraviesan aguas frías, se debilitan rápidamente. Por eso suelen perder fuerza al internarse en continentes.
- No hay huracanes en el Atlántico sur: las condiciones atmosféricas y oceánicas allí no favorecen su formación. Solo se ha registrado un caso en 2004: el huracán Catarina en Brasil.
- Tienen nombre propio desde los años 50: para facilitar la comunicación y reducir confusiones, cada temporada tiene una lista rotativa de nombres. Si un huracán causa daños excepcionales, su nombre se retira para siempre.
Un fenómeno que seguirá presente
Con el cambio climático, los científicos advierten que los huracanes podrían volverse más intensos y destructivos, aunque no necesariamente más frecuentes. Las aguas más cálidas actúan como gasolina sobre el fuego, dando lugar a tormentas más poderosas y con lluvias más torrenciales.
Entender cómo se forman y cómo se mueven los huracanes no solo es fascinante desde el punto de vista científico, sino crucial para prepararse y minimizar sus impactos. Después de todo, aunque no podemos evitar su nacimiento, sí podemos anticipar su llegada.