Si tan sólo supiéramos el enorme poder que tienen nuestras palabras, cuidaríamos celosos lo que de nuestra boca sale, pues en cada letra unida, reside una promesa cumplida. De lo que habla la boca, está hecho el corazón.
Así que para los papás Zopilotes envío esta reflexión, pues cuantas veces no decimos cosas a nuestros cuervitos que después nos arrepentimos, nos sentimos mal y nos quita el sueño. Por ello, para evitar las noches de insomnio que llegan después de una mala acción y que nuestra consciencia no nos empuja a aceptar cómo verdad, propongo comenzar por ser unos padres cuidadosos con nuestras palabras, pues a las palabras, le sigue toda demás acción.
Nuestros cuervitos toman cada una de nuestras palabras LITERALMENTE. Esto sucede porque nuestra voz es el eco de su más profundo subconsciente, esa fue la voz que los guió desde la concepción, formación y crecimiento, hasta el día en que abrieron los ojos al mundo y recibieron día tras día nuestra guía. Para nuestros cuervitos, nuestra voz de papás Zopilotes es la instrucción de llegada al mundo y la manera de preservar la vida, por lo que nuestras palabras son para ellos LA LEY y así debemos cuidarlas.
La mayoría de las aves, al crecer un poco después de nacer, son arrojadas del nido por sus progenitores para que aprendan a volar, pero tanto los padres cuervo como los Zopilotes, van tras ellos para evitar que caigan: son su respaldo en la vida. Así, también nosotros, somos el respaldo de nuestros hijos y por ello es tan importante nuestra opinión, validación y aliento ante las cosas de la vida.
En Japón, la forma de educar es en base al reconocimiento y la mirada apreciativa, siendo estos los ingredientes esenciales para que un ser humano florezca, crea en sí mismo y construya una completa autodeterminación que los encamine al éxito. Por el contrario, en México, estamos acostumbrados a educar en base al reproche, la crítica, los regaños y las burlas, así que desde la cuna, los cuervitos aprenden el juego el bullying, que es estar todo el tiempo golpeteando la autoestima, con el pretexto de ‘ser educados’.
Por supuesto, que al llegar hermanos a la vista o entrar a la escuela a convivir con otros cuervitos, atinan en hacer lo mismo que aprendieron: descalificar, burlarse del que no puede y criticar como deporte nacional.
En esta reflexión, para cuidar nuestras palabras y evitar herir con ellas, estaremos fomentando una mejor sociedad con una participación activa hacia el reconocimiento y la valorización de las diferencias humanas, mediante la educación consciente y congruente, simplemente: cuidando nuestras palabras.
Tú ¿qué piensas? Te leemos @trixiavalle