El lunes pasado, el Vaticano hizo historia al anunciar, a través de una declaración aprobada por el Papa Francisco, que los sacerdotes católicos tienen la capacidad de otorgar bendiciones a parejas del mismo sexo. Esta decisión, considerada un hito, lleva consigo matices cruciales: estas bendiciones no formarán parte de los rituales o liturgias regulares de la Iglesia.
🇻🇦 Declaración doctrinal se abre a las bendiciones para las parejas "irregulares”. La doctrina sobre el matrimonio no cambia, bendecir no significa aprobar la unión. https://t.co/lK7T455rEX
— Vatican News (@vaticannews_es) December 18, 2023
El comunicado, emanado de la oficina doctrinal del Vaticano, aclaró que estas bendiciones no implican la validación de situaciones irregulares, sino que sirven como un símbolo de la acogida divina hacia todas las personas. Es importante resaltar que estas bendiciones no se equiparan en ningún caso al sacramento del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Se enfatizó la necesidad de que los sacerdotes evalúen cada caso individualmente, subrayando que no deben ser un obstáculo para la cercanía de la Iglesia en situaciones donde se busque la ayuda divina mediante una sencilla bendición.
El Papa había insinuado un cambio oficial en octubre en respuesta a interrogantes planteadas por cinco cardenales conservadores al inicio de un sínodo de obispos en el Vaticano.
El documento divulgado, de ocho páginas y titulado «Sobre el significado pastoral de las bendiciones», detalla situaciones específicas, incluyendo una sección específica titulada «Bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo».
El magisterio de la Iglesia sostiene que la atracción hacia personas del mismo sexo no es considerada pecado, aunque sí lo son los actos homosexuales.
Mas inclusión
Desde su elección en 2013, el Papa Francisco ha buscado hacer que la Iglesia, con sus 1.300 millones de fieles, sea más inclusiva para las personas LGBT, sin modificar la doctrina moral sobre la actividad entre personas del mismo sexo.
El documento, bajo el título en latín «Fiducia Supplicans» (Confianza Suplicante), indica que la forma de la bendición «no debe ser establecida ritualmente por las autoridades eclesiales para evitar cualquier confusión con la bendición propia del sacramento del matrimonio».
Esta bendición puede ser otorgada a aquellos que «no buscan legitimar su condición, sino que imploran que todo lo verdadero, bueno y humano en sus vidas y relaciones sea enriquecido, sanado y elevado por la presencia del Espíritu Santo».
El documento destaca que la bendición, en última instancia, ofrece a las personas un medio para fortalecer su confianza en Dios y que esta situación «debe ser alentada y no obstruida».
Asimismo, se especifica que esta bendición no debe estar ligada a una ceremonia matrimonial civil ni coincidir con ella, y tampoco debe llevar consigo ninguna de las «vestimentas, gestos o palabras propias de una boda».
Las bendiciones podrían ser impartidas «en otros contextos, como durante una visita a un santuario, un encuentro con un sacerdote, una oración en grupo o durante una peregrinación», según lo establecido en el documento.
Este cambio, aunque limitado en su alcance ritual, representa un paso significativo hacia una postura más comprensiva y acogedora por parte de la Iglesia Católica hacia las parejas del mismo sexo, manteniendo, sin embargo, la distinción clara con respecto al sacramento del matrimonio.