Probablemente desde las épocas del cierre de pozos petroleros en Tabasco, el discurso del hoy presidente López Obrador ha sido “crudocentrista”. Dicho de otra forma, ha girado en torno a la extracción de petróleo crudo.
Para el presidente, el petróleo es la mejor manera de impulsar el desarrollo económico nacional. No se le ocurre nada mejor. Eso aprendió hace décadas y no hay quien lo mueva de ahí. Porque sí, en efecto, hubo una época en que la economía del país dependía y estaba potenciada por el petróleo. Pero hoy las oportunidades están en otro lado. El futuro está en otro sitio. Pero el presidente, ya lo sabemos, sólo tiene ojos para el pasado.
Es una mala apuesta política y de gobierno.
Al inicio del sexenio dijeron que la meta era producir 2.7 millones de barriles diarios de crudo. En estas Historias de Reportero explicamos que era imposible. Al poco tiempo, el gobierno terminó aceptándolo: al cierre de esta administración, no se habrá llegado ni a 2 millones de barriles diarios, admitió con pena el presidente hace un año. Este 24 de mayo, ya abiertamente aceptó que sólo van a producir 1.8 millones de barriles al día.
El rosario de pretextos no se hizo esperar. No dijo nada de la incapacidad técnica ni de la falta de inversión en exploración y producción. Prefirió acudir al repetido discurso del nacionalismo: ya no le venderemos al extranjero dijo, porque ahora todo lo vamos a refinar nosotros. Y por eso compró una refinería en Texas y está haciendo otra en Dos Bocas, que se suman a las seis que ya existen. Agregó, se harán inversiones en algunos trenes de refinación, como la coquizadora de Tula, para ampliar la capacidad de refinación ahí. Su objetivo: ser autosuficientes en gasolinas para 2023.
Hoy, lo de Dos Bocas es el hazmerreír entre los especialistas energéticos de todo el mundo: nadie cree que va a costar sólo 9 mil millones de dólares (piensan que más bien cerca de 12 mil), nadie cree que va a estar lista a tiempo y encima, el propio presidente anunció con bombo y platillo que compró una refinería (Deer Park) que tiene la misma capacidad de refinación y sale 85% más barata que la que él mismo está construyendo. Una tragicomedia trasnochada.
¿Será cierto que opera desde hace varios meses un “cuarto de guerra” a favor de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, para golpear al canciller, Marcelo Ebrard, y todo lo que suene a él? ¿Y que lo comanda, desde Polanco, Hugo Scherer, el conocido publicista y campañólogo, que ha realizado mucha operación política para Palacio? ¿Será que en este “cuarto de guerra” se están preparando para el golpe final con el expediente del derrumbe en la Línea 12 del Metro? ¿Y que todo, todo, todo sea por la sucesión…?