Comienza el año y con él los buenos propósitos para una vida mejor. El inicio del año ayuda mucho a cerrar ciclos, y es muy aspiracional para hacer cambios que ya se venían pensando hacer desde finales del año pasado. Pero, ¿cómo hacer para no quedarnos en solo buenas intenciones?
Muchos de los cambios que pretendemos hacer solo se quedan en buenas intenciones porque, en el fondo, no estamos convencidos de hacerlos. Es necesario saber que el comportamiento humano siempre tendrá su base en el pensamiento: como pensamos, sentimos; y como sentimos, actuamos.
Y entonces, ¿qué hay que hacer para lograr nuevos hábitos? Inicialmente revisando tu forma de pensar. Para revisar tu forma de pensar respecto a eso que quieres cambiar tienes que echar una mirada hacia dentro de ti mismo con honestidad. La honestidad es esencial cuando se desea cambiar algo en uno mismo.
Por ejemplo, si este inicio de año te has propuesto ser más amable con tu familia, deberás de reconocer con honestidad que la amabilidad es un valor del cual careces y que debe de estar implementada en tu vida para tener mejores relaciones familiares. De lo contrario, a la vuelta de cambio, empezarás a justificar tu falta de amabilidad, te enfadarás en cualquier momento y tu propósito se vendrá abajo.
Las emociones son el resultado de la forma de pensar, sea cual sea. Las emociones te llevarán al cambio de comportamiento deseado.
Tú propóntelo, inténtalo y empieza a caminar tu año de nuevos propósitos, los que sean. Como el salto de una rana: vamos a ver hasta dónde llegas. Todo avance será bueno. Pero, si al intentarlo, te atoras, será casi seguro que necesitarás ayuda. Entonces, te invito a hacer terapia y destrabar lo que sea necesario para que cualquiera que sea tu propósito, puedas cumplirlo. Ánimo!