La cantidad de dinero que llegó a manejar el principal huachicolero del país queda exhibida en los vehículos incautados a su cártel. Hoy en esta columna le presentamos fotografías de los más vistosos.
Un Porsche 2017, un par de BMW X4 y X6, un Mustang GT, Mercedes Benz, Audi, tres Camaros, una Range Rover, una Land Rover, una camioneta F150 de Harley Davidson, presumiblemente para uso de los líderes.
¿Y la Cheyenne, apá? También. Tres: dos blancas y una guinda.
Pero no sólo eso: flotillas de pipas, tractocamiones, carrotanques, así como camionetas y pick-ups adaptadas para transportar el combustible ordeñado y robado. Incluso ambulancias completamente equipadas para acompañar sus batallas.
Para sus sicarios, motocicletas y cuatrimotos, lo mismo que autos compactos.
En tan sólo unos meses de la operación Golpe de Timón, encabezada por el gobierno de Guanajuato con apoyo de fuerzas federales, a la organización de José Antonio Yépez Ortiz, alias El Marro, le han decomisado 221 vehículos.
Todos ellos tenían reporte de robo, según los informes oficiales, lo que sugiere una organización con capacidad para renovar cotidianamente por medio del despojo una amplia flotilla de vehículos para mover su mercancía (combustible, droga y armas), transportar sicarios y cometer crímenes diversos.
Además de los vehículos, El Marro llegó a contar con un verdadero ejército para sostener la empresa criminal que lo llevó en unos cuantos años a ser el principal capo huachicolero del país.
Las tropas de su cártel de Santa Rosa De Lima, llamado así por el municipio guanajuatense en el que se gestó, tenían armamento de alto poder para imponer su ley en amplias zonas. En la misma operación Golpe de Timón, según documentos oficiales a los que hemos tenido acceso, se les han decomisado 60 armas largas y 37 cortas, granadas y más de 13 mil cartuchos de distintos calibres. A juzgar por las incautaciones, los rifles de asalto automáticos de alto calibre son sus preferidos.
Vehículos y armas revelan una fuerza de al menos varios cientos de personas y una capacidad de fuego suficiente para sostener —como lo hicieron por lo menos desde finales de 2018— dos guerras al mismo tiempo: una contra el Estado mexicano y otra contra uno de los grupos del narcotráfico más poderosos no sólo de México sino del mundo, el cártel Jalisco Nueva Generación, que les disputa la plaza y el negocio.
El diagnóstico de las autoridades guanajuatenses establece que si bien comenzó como un cártel huachicolero, el de Santa Rosa de Lima se dedicó también a la extorsión, el secuestro y la venta de droga. Con un comportamiento tan sanguinario como el de su rival.
La Comisión de Seguridad de Guanajuato calcula que, en coordinación primero con la Marina y luego con el Ejército, se ha logrado disminuir la capacidad del cártel de Santa Rosa de Lima hasta en 70 por ciento.