El 2 de octubre es una fecha profundamente arraigada en la memoria colectiva de México, una jornada que despierta emociones encontradas de dolor y orgullo en el corazón de los mexicanos. Este día, marcado por la tragedia de 1968, representa un capítulo oscuro en la historia del país, pero también un símbolo de la resistencia y la lucha incansable por la justicia y los derechos humanos.
Hace más de medio siglo, en 1968, miles de jóvenes estudiantes se congregaron en la icónica Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la Ciudad de México, con un propósito claro: exigir al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz un México más democrático, libre y respetuoso de sus derechos. Sin embargo, lo que debería haber sido una manifestación pacífica de sus ideales se tornó en una pesadilla. Las fuerzas gubernamentales, en un acto de brutalidad inimaginable, reprimieron violentamente a los estudiantes, abriendo fuego contra la multitud sin piedad. Las cifras exactas de víctimas nunca se han esclarecido por completo, pero se estima que entre 300 y 400 personas perdieron la vida ese día.
Este trágico episodio se convirtió en un punto de inflexión en la historia de México, revelando al mundo la violencia y la represión ejercida por el Estado contra los movimientos sociales y la disidencia. Además, sirvió como preludio de otra masacre que tuvo lugar tres años después, el 10 de junio de 1971, conocida como «El jueves de Corpus» o «El Halconazo». En esta ocasión, un grupo paramilitar llamado Los Halcones atacó brutalmente a los estudiantes que marchaban por el centro de la ciudad, cobrando al menos 120 vidas. El hombre detrás de esta atrocidad fue Luis Echeverría Álvarez, quien había ocupado el cargo de secretario de Gobernación durante la matanza de Tlatelolco y posteriormente se convirtió en presidente de México.
A pesar de los años transcurridos, el espíritu de resistencia y búsqueda de justicia sigue vivo en el corazón de los mexicanos. La sociedad continúa exigiendo la verdad y la justicia para las víctimas y sus familias, y rinde homenaje a la memoria y el legado de los valientes estudiantes caídos. Estos jóvenes nos dejaron un inquebrantable compromiso de luchar por nuestros ideales y de no permanecer en silencio ante las injusticias. El grito de «¡2 de octubre no se olvida!» resuena en nuestras conciencias, recordándonos la importancia de mantener viva la memoria de aquellos que lucharon por un México más justo y libre. De manera similar, el «¡10 de junio tampoco!» nos insta a no olvidar la brutalidad del pasado y a seguir luchando por un país en el que prevalezcan los valores de la justicia y los derechos humanos.