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    OpiniónDon Fracasos: Carlos Loret de Mola

    Don Fracasos: Carlos Loret de Mola

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    En dos días consecutivos, el presidente López Obrador se ha vuelto a estrellar con la realidad. El fracaso de Dos Bocas, el fracaso de Santa Lucía y el fracaso de haber presumido una inversión extranjera récord han quedado exhibidos.

    Fracaso 1. El fracaso de Dos Bocas quedó exhibido por el propio gobierno, por si fuera poco, en la estelar conferencia mañanera del lunes. El gobierno anunció que por 600 millones de dólares, comprará el 50% de la refinería de Deer Park, en Texas. Pero al mismo tiempo, insiste en que Dos Bocas va a costar 9 mil millones de dólares. Es decir, salió 85% más barata la de Texas que la de Tabasco. ¡Y eso que las dos son iguales! Tienen la misma capacidad: 340 mil barriles diarios. ¿Cómo va a justificar ahora el presidente este derroche en tiempos de crisis?

    El principal proveedor de crudo de la refinería de Deer Park es Pemex. Con esta operación, el gobierno está asegurando las ventas de Pemex. Que se friegue el país, pero que se salve Pemex. Esa parece ser la premisa.

    Fracaso 2. El viernes pasado, cuando el presidente López Obrador fue a presumir que su aeropuerto de Santa Lucía era una maravilla, la agencia de noticias Reuters adelantó que vendría una baja en la calificación de seguridad aérea de México, que tras meses de expresar sus preocupaciones al gobierno mexicano, éste no fue capaz de atenderlas. Muy 4T. Ya en emergencia, el gobierno federal trató de evitar la degradación: encargó al canciller Marcelo Ebrard hacer todo lo posible para parar el gol. No lo logró. Ayer la autoridad de aviación de Estados Unidos -la más importante del mundo- le bajó la calificación a México por falta de personal, de capacitación y de procesos.

    ¿Qué consecuencias tiene esta degradación? Muchas y muy malas. Primero, si el gobierno no logra revertir esta degradación, su presumido aeropuerto General Felipe Ángeles en Santa Lucía no podría tener vuelos a los Estados Unidos. Vaya porvenir. Segundo, las aerolíneas mexicanas no pueden aumentar sus vuelos a Estados Unidos, donde tienen buena parte de su mercado. Ni siquiera pueden regresar al número de vuelos que tenían antes de la pandemia: se quedan con los que están ahorita, que representan como el 65% de lo que traían antes de la pandemia. Esto les complica muchísimo la recuperación. Tercero, varias aerolíneas habían comprado aviones nuevos. Esos aviones ya no podrán volar a Estados Unidos. Cuarto, es previsible que aumenten los precios de los boletos.

    No dudo que, una vez más, sea la iniciativa privada la que logre reparar un daño causado por el gobierno. Que las aerolíneas y los sindicatos de pilotos se activen para que, de la mano de sus socios estadounidenses, logren revertir esta baja de calificación que tanto les afecta. Estar degradados nos empata con países como Venezuela, Ghana, Pakistán o Barbuda.

    Fracaso 3. La semana pasada, la Secretaría de Economía presumió que México había atraído la inversión extranjera directa más grande de los últimos 20 años, que había crecido 15%. Fue falso. Ayer el Banco de México desmintió a la Secretaría de  Economía: había usado cifras preliminares, incompletas. Resulta que en realidad, la inversión extranjera directa cayó 29% y fue el peor dato de los últimos 26 años. 

    ¿Será que se está preparando la Maroma Madre: si gana Evelyn, renuncia, entra de gobernador interino un alfil sólo para convocar a nuevas elecciones, y en esos comicios Morena sí entrega los gastos de campaña y el vapuleado Toro sí puede estar en la boleta?

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