Hay gente que ama la historia. Hay personas que son testigos de la historia. Hay gente que hace la historia.
No se trata de aquellos famosos que cambian el mundo globalmente o definen las tendencias de la moda o cantan maravillosamente o lanzan cohetes al espacio.
Hay personas como tú y yo que crean la historia todos los días. Entusiastas que creen que esto es importante para nuestros antepasados y nuestros descendientes.
Estos no tienen precio porque así se crea la historia misma.
Conocí a una persona así hace un par de semanas. Su nombre es Monica Unikel y ella es una verdadera historiadora, quien hizo de la historia el proyecto de su vida.
Es una investigadora, pero también testigo de la historia al mismo tiempo.
Mónica vive en una de las más grandes ciudades del mundo, en nuestra capital, lo respira, pero también lo está creando con sus propios manos.
La Ciudad de México es una gran ciudad donde no faltan historias escritas por generaciones pasadas, no solo sobre su gente, sino sobre el mundo entero. Una simbiosis única de épocas, culturas, nacionalidades, todos se manifiestan en cada centímetro de esta ciudad. Es tan abierta como si fuera diciendo a cada uno de nosotros: “El conocimiento profundo de mí te hará un hombre del mundo, porque el mundo entero soy yo. Aquí puedes encontrar todo lo que está cerca de tu corazón. Hay rastros de pueblos de todos los continentes y yo soy la definición misma del cosmopolitismo».
Pero esta ciudad le susurraba más a Mónica que a todos los demás. Le permitió contar una historia que no es visible a los ojos y que aún no se ha escrito en los libros.
De hecho no se la encuentra por ningún lado, salvo en las manos de Mónica, quien poco a poco, cada día encuentra piezas de la historia por las calles de la ciudad, en las casas con sus habitantes, como si fueran un enorme rompecabezas que en su misión de la vida tiene que armar. Un rompecabezas de la vida de los judíos emigrantes, a principios del siglo XX, los orígenes de la formación de su comunidad que en el transcurso del siglo se convertió en parte absolutamente integral de la sociedad mexicana.
Para mí esta crónica comenzó por casualidad y hace muy poco tiempo. Me interesaba mucho mas el componente prehispánico del país, su singular perfil étnico pero el relato de Monica despertó en mí mucho más interés que su historia ‘joven’.
Todo comenzó en una cena con amigos de Lituania en la CDMX cuando se mencionó el Templo judío (sinagoga) en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Resultó que este Templo es único por ser una copia exacta de la sinagoga de la ciudad lituana de Shauliai, la cual fue destruida por los nazis en el mismo año en que se inauguró su réplica aquí en México. Es necesario explicar que Lituania a principios del siglo pasado fue el centro mundial del pensamiento judío, fue donde los más grandes eruditos del judaísmo vivieron y crearon sus libros filosóficos.
La capital de Lituania (Vilnius) fue llamada la ‘Segunda Jerusalén’, era realmente donde se ubicó el centro espiritual de los judíos religiosos europeos.
Los judíos europeos, entre ellos lituanos, comenzaron a llegar a México a principios del siglo XX y abrieron esta sinagoga en 1941 en la calle de Justo Sierra 71.
Año 1941. Imaginen dos realidades paralelas:
Una – en Europa, en particular en Lituania, cientos de miles de judíos están siendo asesinados a tiros, donde un aproximado de 300 mil personas murieron solo en Lituania.
Otra – México, donde se crea una nueva vida, una nueva comunidad y un templo como si fuera un fantasma del templo original destruido.
El Templo en Justo Sierra 71 hoy es un lugar único, lujoso, renovado, es un verdadero centro cultural. Mónica misma no dejó que desapareciera el espíritu histórico de este lugar. Ella está ahí, habla de él, lo protege y crea un verdadero ambiente histórico y personal a su alrededor.
Mónica Unikel es la directora de esta sinagoga, pero su encanto, fuerza y conocimiento van mucho más allá de la sinagoga misma. Ella te lleva de la mano por las calles del Centro Histórico y te platica lo que tus ojos no pueden ver. Como si fuera un arqueólogo que encuentra en las entrañas de la tierra, los testimonios del pasado, así ella encuentra los edificios, las calles por los que caminaban sus antepasados.
Es un efecto asombroso de la imaginación: acompañado de la melodía de su voz de repente te aparecen inscripciones en idish, la estrella de David, las historias de las familias y sus espacios que ya no existen.
Estas escuchando esas historias basadas en años de entrevistas con familias, en fotos. Todo esto te permite adentrarte en otra realidad, como si fueras Harry Potter. Pero la varita mágica es su voz y el conocimiento único de esta increíble mujer.
La epopeya de esta reencarnación de la realidad es la visita al hermoso edificio de la sinagoga que culmina este viaje en el tiempo.
Monica Unikel es la verdadera creadora del patrimonio inmaterial de esta ciudad.
Es fácil hablar de lo que se ve, pero muy difícil de lo que se ha olvidado al paso de los años.
Su trabajo es extraer joyas de la historia desde la memoria de una docena de personas, ya muy ancianas, o fragmentariamente desde el conocimiento de sus nietos.
Caminando por el Centro Histórico, poco a poco se recrea el pasado. La decoración de su espectáculo son las calles mismas, murallas milenarias, que, además de los españoles u obispos, aceptaron y abrazaron estas extrañas personas en kipás (gorra judía) que buscaban una oportunidad para sobrevivir en un nuevo país que les dio un techo por lo que están agradecidos hasta el día de hoy.
Mónica Unikel es un almacén de conocimientos, historias, curiosidades, detalles … todo esto teje la historia. Esta historia y el conocimiento deben de ser protegidos, necesitan ayuda para convertirse y ser otra cara cultural de nuestro capital.
Mientras tanto, si estás en la CDMX, contacta con la Sinagora Justo Sierra 71, apúntate a un tour, escucha las historias y descubrirás una nueva y fascinante cara de la capital .