Muchos han vivido, viven o vivirán en una casa compartida. Por un precio razonable, es posible tener una habitación privada y compartir espacios comunes. Actualmente el coliving se está convirtiendo, cada vez más, en una solución atractiva y efectiva
De acuerdo con el reporte Crecimiento urbano y acceso a las oportunidades: ‘Un desafío para América Latina, del Banco de Desarrollo de Latino América’, una de las ciudades con las rentas más caras en Latinoamérica es la Ciudad de México, lo que genera que el mercado obligue a elegir entre espacio y la ubicación, es decir, si se desea vivir en el área de los principales centros de trabajo, podría costar hasta seis veces más, que en la periferia.
De ahí, muchas veces la necesidad de contemplar el compartir alquiler con extraños, con lo que ello conlleva, como la incertidumbre de si cumple con fechas del pago de renta o servicios que le toquen, formas de ser o estilo de vida, etcétera, por lo que muchos acuden a plataformas como DadaRoom, CoVive y grupos de Facebook, buscando ubicación, y sobre todo, economía.
Este concepto surgió en Dinamarca en la década de los 70, originalmente bajo el nombre de cohousing. La iniciativa Sættedammen, por ejemplo, consistía en 35 familias que vivían en hogares privados mientras compartían espacios comunes para socializar y realizar actividades como cenas, tareas domésticas, reuniones grupales, festividades y otros eventos.
La convivencia ofrece una multitud de posibilidades, que van desde personas que simplemente viven juntas, compartiendo únicamente el espacio físico, hasta comunidades que también comparten valores, intereses y una filosofía de vida.
Hoy en día, las personas recién graduadas, para quienes el atractivo suele ser financiero, son un gran nicho en el mercado de convivencia. Incapaces de pagar los costosos alquileres en las grandes ciudades, encuentran la solución al compartir. Sin embargo, estas personas buscan lugares mejor mantenidos, estructurados y ubicados, que las casas de estudiantes.
Muchos de estos desarrollos tienen unidades en las principales capitales del mundo; son una opción cada vez más popular en este nicho. En lugar de buscar compañeros de piso y tener que lidiar con contratos y facturas compartidas, uno simplemente puede alquilar un dormitorio en uno de estos desarrollos, como NIU (del arquitecto mexicano Alan Rahmane, en la Ciudad de México), Tothem (de Eduardo Berjano, cerca de Televisa San Ángel y del ITAM, pensado para millennials) o (Kahtal, en Residencial Alborada, en Cancún). La mayoría ofrece habitaciones amuebladas y decoradas, comodidades comunes que incluyen cocina, áreas sociales y espacios de trabajo conjunto, así como servicios de limpieza, e incluso, trabajadores sociales disponibles para ayudar a los residentes a adaptarse a sus nuevos vecindarios.
Otro nicho de mercado en crecimiento consiste en personas ligeramente mayores, con ingresos más altos, que desean espacio y privacidad adicionales. La mayoría de ellos tienen más de 30 años, solteros o casados, sin hijos, y que se acaban de mudar a una nueva ciudad. En su opinión, la convivencia no ofrece tanto una solución financiera sino una búsqueda de un sentido de comunidad.
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