Dicen que la violencia de género es un cáncer que se propaga en todos los estratos sociales del país. Dicen que somos todas las que sufrimos de abuso sexual, agresión sexual, violencia de género, violación, menosprecio o discriminación por nuestra condición de género. No importa si creciste en Ecatepec o en Las Lomas, en la región ‘cientomiedo’ o en Puerto Cancún, todas hemos vivido algún tipo de violencia por el simple hecho de ser mujeres.
Es cierto. Esta semana me enteré de la historia de Danny Berriel, actriz y conductora mexicana que contó a través de las redes como fue violada hace un año por dos hombres en Acapulco[1]. Una de las muchas historias de la farándula mexicana dónde mujeres que a nuestro parecer son ‘mujeres empoderadas’, son violadas, golpeadas, menospreciadas, abusadas, etc.
El veneno del Machismo invade cada espacio de nuestra sociedad, sea quien seas:
- Eres la graduada de Derecho del ITAM, una de las mejores universidades del país, y te contratan por el simple hecho de ‘estar buenota’ y por qué a los socios se les antoja verte caminando por los pasillos del despacho regalándote de vez en cuando algún caso interesante no por tus capacidades sino por tu trasero[2].
- Eres aquella que estudió en la mejor universidad de música del mundo y tienes una carrera sobresaliente en producción de conciertos, pero un locutor de una radio universitaria cree que es completamente normal pedirte un ‘blow job’ a cambio de que puedas entrevistar a una banda.
- Eres aquella analista o financiera en uno de los corporativos más importantes de México, trabajando como ninguno de tus compañeros y aún así recibiendo un 25% de lo que ganan ellos.
- Eres la representante de una empresa internacional en Latinoamérica y en una junta mientras estas hablando de negocios tu cliente se siente con la libertad de interrumpirte para decir ‘qué bonita te vez hablando’ demostrando que nada de lo que digas importa.
Sea quien seas te chiflarán en las calles, sea quien seas te menospreciarán y discriminarán, sea quien seas estas en peligro real de ser violada o abusada sexualmente, sea quien seas tu valor como ser humano baja por el simple hecho de tener una vagina, sea quien seas puedes llegar a ser una cifra más de las estadísticas de los feminicidios.
Sin embargo, tenemos que aceptar que mientras menor sea el estrato social del que provengas, mayor es la probabilidad de sufrir violencia de género y discriminación extrema. Aclaro: no es que considere a las mujeres menos privilegiadas más débiles e incapaces de sobrellevar diferentes situaciones de discriminación, de hecho, todo lo contrario. Tampoco tengo la intención de restarle importancia o valor a hechos provocados en contra de mujeres de las clases altas. Lo que busco es crear consciencia, pero, sobre todo, busco acción de aquellas que nuestra voz resuena más fuerte.
México es un país clasicista. Lo sabemos, pero no nos gusta hablarlo. Lo vivimos diariamente, pero la realidad es tan incómoda que preferimos evitarla. Sin embargo, queramos o no, es la realidad: mientras mayor sea tu estrato social, más herramientas tendrás de protegerte de aquellos que quieren hacerte daño o conseguir la justicia sobre aquellos que ya te hicieron. Queramos o no, la niña de Ecatepec tendrá considerablemente menos herramientas familiares, sociales, legales, psicológicas que aquella de Las Lomas para protegerse de los depredadores, además de que las probabilidades de que sufra un feminicidio son mucho más altas. Está comprobado que las mujeres que viven en condiciones de pobreza, exclusión educativa y marginación tienen mayores probabilidades de morir asesinadas por su condición de género (Arteaga Botello, 2010).
La justicia ha olvidado a las niñas de Ecatepec y región ‘cientomiedo’, pero nosotras, aquellas que nacimos, crecimos y vivimos en condiciones más favorables, no podemos permitirnos olvidarlas. Si ellas no están seguras, nosotras nunca lo estaremos. Si ellas no se pueden proteger, tampoco nosotras. Si sus historias quedan en el olvido, no hay razón por la cual la nuestra, nuestras hijas, primas, nietas, sobrinas y amigas sea diferente. Ellas son la historia de nuestra sociedad, son el reflejo de los contextos socioculturales de México, y más vale que las tengamos muy presente en nuestra consciencia. Nuestra voz resuena más fuerte que la de ellas y eso, queramos o no, nos responsabiliza.
No las estoy invitando a salir a las calles, esa es la decisión de cada una. Tampoco que pongan en peligro su vida para proteger a otras. Tampoco que hagan un cambio radical en la vida que tanto aman. Lo único que les pido es presencia.
Las invito a que abran los ojos hacia las mujeres que las rodean, sean sensibles a sus dificultades y estén presentes a signos de violencia. Pongan especial atención a aquellas mujeres que provienen de condiciones menos favorables y a las que tendemos ver menos – trabajadoras domésticas, a la recepcionista del edificio, trabajadoras de la empresa familiar, meseras o cocineras, a la del puesto de quesadillas cerca de sus casas, etc. Hablen con ellas, escúchenlas, pregúntenles dónde viven y cómo llegan al trabajo, ofrézcales llevarlas o acercarlas a sus casas, háganles saber que si tienen algún problema ustedes pueden apoyarlas, que si por alguna razón sienten miedo ustedes intentarán ayudar, díganles que no están solas. Es más, me aventuraré a proponerles un paso más – si deciden tomar una clase de defensa personal inviten a alguna de ellas a unirse.
Tal vez les parezca un ejercicio innecesario, que no traerá ningún cambio. También me dirán que probablemente estas mujeres no se sentirán cómodas hablando de este tipo de temas con ustedes. Yo les digo – déjense sorprender. Aunque exista una mínima posibilidad de que un pequeño cambio en nuestra consciencia diaria salve una vida, ¿no creen que vale la pena intentarlo?
[1] Será el trabajo de las autoridades determinar si hubo o no violación y tomar las medidas adecuadas de acuerdo a las leyes de México
[2] Historias reales que me compartieron compañeros de trabajo