Por: Alejandra Flores
Escritora, editora, periodista, mentora creativa, promotora y gestora cultural.
‘Cancuníssimo es más que una revista, es un punto de encuentro, un territorio en el que es posible encontrarnos, reconocernos, respetarnos, seguirnos la pista. En sus páginas está el registro de quienes hacen posible el Cancún que presumimos al mundo, hombres y mujeres de carne y hueso, personas que sonríen a la cámara y multiplican así, el sueño paradisiaco de un Caribe próspero.
Cancuníssimo me enseñó a amar la historia de Cancún; y sus Coleccionables, a conocer a sus habitantes. Y también a sentirme parte de una comunidad. En Cancuníssimo me supe parte de una red de almas privilegiadas, dispuestas a salvaguardar nuestra memoria, a reflexionar sobre nuestro futuro y a bordar, con punto fino, nuestro presente. Cancuníssimo es Vicente y Margarita, y cuando pienso en ellos, en mi pecho rompe una ola de gratitud. Ambos me mostraron el Cancún que todos queremos. ¡Felicidades familia!’
Cancún, una industria cultural… olvidada
Cancún significa: “cuatro conjuros”. Kan, cuatro; y kun, contracción de la palabra kunal, que significa oración, rezo o conjuro. Como amante de las palabras, parto de la etimología para comprender lo que se nombra y así, amarlo.
Pienso y nombro: “Cuatro conjuros”, y a mi mente viene la salutación del caracol a los cuatro puntos cardinales. Los dioses tutelares acuden al llamado, y también los hombres y las mujeres del norte, sur, este y oeste; cada cual con su lengua, su comida, su vestido, su conocimiento, su arte, y también su asombro.
La cultura en Cancún es así, el resultado de la migración; en ella se cimientan los rasgos multiculturales de nuestra identidad. Desde su fundación, el artista en ciernes y también el de amplia trayectoria, acudió al llamado. No se entendería el crecimiento del turismo en esta ciudad sin la recepción de un mariachi, sin un espectáculo nocturno, sin un mural o una escultura monumental.
Solo que el arte y las expresiones culturales no se restringen al turismo. Los artistas son parte de la ciudadanía y en su quehacer, dan alma y espíritu a una ciudad en la que, sin embargo, son invisibles. Llevamos, al menos, tres décadas de retraso en materia de política cultural y la evidencia es la falta de infraestructura cultural para atender, no solo a sus artistas, sino a sus habitantes.
Hace treinta años que en Cancún se añoran los teatros, las salas de conciertos, las galerías, los cineclubs de otras tierras. Hace treinta años que la cultura se mueve desde la ciudadanía, que un lobby se torna en galería, una palapa en sala de conciertos, un parque en un teatro, o un corredor, en efímero paseo escultórico.
Es cierto, han sucedido grandes capítulos en la historia cultural de nuestra ciudad, como la creación del Patronato para los Jóvenes de Cancún, que dio origen a la Casa de Cultura; o la creación del Instituto para la Cultura y las Artes de Benito Juárez a la que está adscrito el Teatro 8 de Octubre; hitos como la apertura del Teatro de Cancún, el Museo Maya, el Planetario Ka’ Yok’ o la Biblioteca de la Crónica. Sin embargo, la añoranza persiste porque esa mínima infraestructura cultural es groseramente insuficiente.
En los últimos años han abierto y quebrado cineclubs, librerías, galerías, teatros. Y es así porque, para que el arte y la cultura sean estimulados como una industria, se requiere de la fortaleza de cinco titanes en comprometida sinergia: el creador, el promotor, el mecenas, el productor (IP-Gobierno), el comunicador y las audiencias.
Después de medio siglo de historia, es desconcertante que nuestra ciudad, el destino turístico más importante de México no cuente con una infraestructura de primer mundo. Seis lustros de retroceso y olvido. Se dicen fácil, pero duelen más cuando se piensa que son al menos tres generaciones de cancunenses sin acceso al arte y la cultura; niños, niñas y jóvenes sin posibilidades de ejercer, con dignidad, sus derechos culturales.
Durante los años más recientes, los festivales artísticos y culturales se han abierto paso gracias a las iniciativas ciudadanas. Todo lo que se ha generado a través del gobierno municipal o estatal para nuestra ciudad, desaparece. El Festival Internacional de Jazz, el Festival Internacional de Caribe, el Festival Internacional de Cine… ya no existen. La ignorancia, la improvisación y la demagogia son el común denominador.
Sí, el Estado y el Municipio comprenden que invertir en las industrias creativas es vital para detonar el desarrollo turístico y social, solo que no saben cómo hacerlo, y mucho menos cómo implementarlo a gran escala ni a largo plazo. Diseñan en el aire, sin trabajo de campo, sin especialistas de a pie, sin incluir a los protagonistas del arte y la cultura en estas tierras.
Son tiempos de cambio, de observar hacia los cuatro puntos cardinales y aprender de las buenas prácticas nacionales e internacionales. Son tiempos de entender al arte y la cultura como parte de una industria de transformación social, cuyos alcances incluyen la prevención, la contención e incluso, la disminución de la violencia, la delincuencia, el suicidio, la soledad y la desesperanza.
Son tiempos de ver al arte y a nuestra cultura como un bien patrimonial tangible e intangible, como un pilar indispensable para la salud física y mental porque, insisto, no son una distracción ni un ornato ni una pose. Son una herramienta vital de expresión; un catalizador para la locura que provoca la pandemia; un oasis de cordura y una luz de esperanza.
Sueño con el día en que los cinco titanes: artistas, promotores, mecenas, productores (IP-Gobierno), comunicadores y audiencias, unamos voluntades a favor de nuestras industrias creativas. ¿Lo verán nuestros ojos? Si al leerme, usted puede imaginarlo, entonces es posible. El día en que esos titanes nos levantemos juntos, convertiremos a Cancún en la capital cultural que el Caribe Mexicano merece.