Arturo Contreras es un chetumaleño de raíces profundas que ha sabido adaptarse a los ritmos impuestos por el vertiginoso desarrollo de nuestro joven estado. Fue presidente municipal sustituto cuando Mario Villanueva se lanzó a su campaña por la senaduría, en 1991. Actualmente es Secretario de Gobierno de Quintana Roo y en esta entrevista nos descubre su lado humano, amable, optimista; su amor por estas tierras y la visión unificadora que tiene para la vida política de nuestro estado.
“Nací en Álvaro Obregón, en la guardia frontera entre México y Belice. Mi infancia fue la de un niño de campo; viví en casi todas las poblaciones enmarcadas en la ribera del Río Hondo, hasta llegar al puerto de Xcalac. Mi primaria y secundaria la estudié en Chetumal, una ciudad muy pequeña en ese entonces, de tan solo 20 mil habitantes. No había televisión, apenas una estación de radio así que jugábamos los juegos clásicos de la península: canicas, kimbomba, trompo. Eran tiempos tranquilos, de calles de terracería, de mucha seguridad. Disfruté de aquellos curvatos que algunos chetumaleños de la vieja guardia solemos mencionar, en los que se almacenaba el agua de lluvia para poder consumirla lo más limpia posible”, evoca Arturo Contreras, un hombre de semblante cálido y sonrisa perenne.
Para los estudios medios superiores, en la capital del estado se hizo un intento por crear una preparatoria por cooperación. “Así le llamaron”, dice. “Nos dieron clases personajes del servicio público: Jesús Martínez Ross, Felipe Amaro Santana, Arturo Villanueva Madrid, Alberto Villanueva Sansores. Eran profesionistas que habían regresado al entonces territorio, después de prepararse, y prestaban una labor social tratando de crear un espacio de educación para los jóvenes que habíamos terminado la secundaria”. Al cabo de dos años tuvo que migrar a Yucatán; terminó la prepa en la Universidad de Yucatán donde también hizo la carrera de medicina. Después de cursar el posgrado en otorrinolaringología, ejerció su carrera en varios hospitales de la CDMX, hasta que fue invitado a participar en la administración del gobierno de Quintana Roo que iniciaba el doctor Miguel Borge Martín, en donde ocupó diversos cargos públicos.
“Mi generación estaba muy involucrada -y seguramente muchas anteriores a la mía-; con una vena política muy acendrada. Esto tiene que ver con la historia de Quintana Roo: El territorio federal siempre buscó ser erecto en estado, por lo que un grupo de viejos quintanarroenses de la generación de mi abuelo crearon el Comité Pro Territorio de Quintana Roo. La primera lucha fue porque se restableciera el territorio, que había sido desaparecido un par de veces. En la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas, este grupo de hombres le arrancó la promesa de que, si llegaba a la presidencia de la república, tendría que cumplir la petición que le hacían de restablecer el territorio federal, cosa que hizo a dos meses de haber tomado posesión”. Arturo no esconde el profundo orgullo que siente por pertenecer a esta generación. “Esa vena de lucha social, de buscar el progreso, la conectividad, el desarrollo de este rincón de la patria permeó y siguió vigente a lo largo de varias generaciones, incluida la mía”.
A él le tocó, una vez restablecido el territorio, participar en la lucha por ver que Quintana Roo se convirtiera en estado federado. El 8 de octubre de 1974 esta increíble generación consiguió el sueño anhelado, dejando una profunda huella en el sentir de Arturo Contreras. “En la convivencia diaria, en los cafés, por todas partes, nuestros padres y amigos hablaban de política y la búsqueda de mejores horizontes para el territorio, primero, y después para el estado. Nos contagiaron con una vocación por el servicio público, por permanecer preocupados y atentos de lo que requería la sociedad. Así nos fuimos educando”.
En 1991 fue designado por el Congreso estatal para sustituir a Mario Villanueva, entonces presidente municipal de Benito Juárez, quien había salido como candidato a senador. “El día que rendí protesta como presidente municipal sustituto, un regidor se paró y me dijo que yo no era bien recibido en Quintana Roo. Después terminamos siendo grandes amigos, y a pesar de que tenía una filiación política diferente a la mía, resultó ser uno de mis mejores aliados”.
Arturo no tenía entre sus planes venir a vivir a Cancún. “Soy un chetumaleño muy arraigado. Vine con temor e incertidumbre a una sociedad nueva, diferente, pujante, naciente, creciente.
Pero Cancún fue una gran sorpresa. La gente fue siempre muy cálida y generosa conmigo”, expresa agradecido. “Era fácil como autoridad estar muy cerca de todos; éramos muy pocos. Había 25 patrullas y 150 policías; con eso teníamos suficiente respaldo para la seguridad”. En su mirada hay siempre una sonrisa, un atisbo de optimismo que esparce en cada frase. Desde ese entonces radica en Cancún. “Acá crecieron mis hijos, acá nacieron mis nietos. Quedé encantado, como muchos mexicanos, por este paraíso”.