México es una nación construida sobre la fusión de culturas y pueblos. La riqueza de su diversidad étnica es el resultado de siglos de encuentros entre civilizaciones originarias, colonizadores europeos, esclavos africanos y, en menor medida, migrantes de otras latitudes. Este mestizaje ha moldeado no solo la cultura y la identidad mexicana, sino también las características físicas predominantes entre su población.
Herencia indígena: la raíz profunda
Los pueblos originarios de México representan la base genética más antigua del país. Antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, el territorio estaba habitado por civilizaciones avanzadas como los mexicas, mayas, zapotecas, purépechas y muchas otras. Hoy en día, aunque el porcentaje de población que se identifica plenamente como indígena ronda el 7% según el INEGI, la mayoría de los mexicanos posee algún grado de ascendencia indígena.
Las características físicas asociadas a esta herencia suelen incluir piel morena clara a oscura, pómulos prominentes, cabello lacio y oscuro, y ojos cafés. En regiones como Oaxaca, Chiapas o la Sierra Tarahumara, donde las comunidades indígenas han permanecido relativamente aisladas, estos rasgos son más evidentes.
El mestizaje: la identidad dominante
El grupo más numeroso de México se identifica como mestizo, término que describe la mezcla entre indígenas y europeos. Este fenómeno comenzó con la colonización española y se intensificó durante los siglos siguientes. La mayoría de los mexicanos actuales tienen una carga genética predominantemente indígena combinada con elementos europeos, principalmente de origen español.
Las características raciales de los mestizos varían según la región. En el centro y sur del país predominan rasgos más cercanos a los pueblos originarios, mientras que en el norte, debido a una mayor presencia de migrantes europeos, los rasgos tienden a ser más claros: piel blanca o trigueña, ojos claros en algunos casos y facciones más afiladas.
Influencia africana: la raíz invisibilizada
Durante la época colonial, cientos de miles de africanos fueron traídos como esclavos a México. Aunque su presencia ha sido históricamente marginada, la influencia africana es notoria en regiones como la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, así como en partes de Veracruz. Allí, algunas comunidades conservan características físicas como piel muy oscura, cabello rizado o crespo y estructuras óseas diferentes al promedio nacional.
Si bien la población afromexicana ha sido sistemáticamente invisibilizada, su reconocimiento legal como grupo étnico en el censo de 2020 marcó un hito en la reivindicación de su identidad cultural y racial.
Minorías europeas, asiáticas y del Medio Oriente
Aunque en menor escala, México también ha recibido migración de otros países: alemanes, italianos, libaneses, judíos, chinos y japoneses han dejado una huella étnica y cultural visible. En estados como Chihuahua, Sinaloa, Baja California o Puebla, hay comunidades donde se observan apellidos y fenotipos no habituales en el mestizaje tradicional, como ojos verdes, cabello rubio o estructuras faciales más europeas u orientales.
Un país de identidades entrelazadas
México es un país con una identidad mestiza profundamente marcada por su herencia indígena, matizada por la colonización europea e influenciada por aportes africanos y migraciones posteriores. Esta compleja mezcla ha dado como resultado una población diversa, en la que la mayoría comparte rasgos comunes pero con variaciones significativas según la región.
Comprender la ascendencia étnica en México no solo implica observar características físicas, sino reconocer la historia de encuentros, desigualdades y resistencias que han definido al país. Lejos de ser homogéneo, el rostro de México es el reflejo vivo de un cruce de caminos que continúa evolucionando.