Hoy se cumple un año desde que empezó el ataque ruso a Ucrania.
Todavía parece un mal sueño. Pero es una realidad. Y sigue…
Estamos cansados de hacernos la misma pregunta: ¿cómo pudo suceder esto?; ¿cómo, en nuestros tiempos modernos, en el centro de Europa, sin una sola razón adecuada y legítima, un Estado pudo atacar a otro Estado soberano?
No solo atacar, sino sistemáticamente matar y violar a su población civil; destruir infraestructura de soporte vital, edificios residenciales y objetos de arte e historia.
La lista de crímenes de guerra cometidos por los soldados rusos y su Estado es interminable y sigue creciendo cada día. La estadística es horrorosa: decenas de miles de civiles han sido asesinados, miles han sido violados. La edad de las víctimas de violaciones varía entre 4 a 82 años: niños, niñas, mujeres y hombres…
Decenas de miles de niños ucranianos fueron llevados a Rusia y entregados a orfanatos o familias en adopción. Se les enseña que no existe tal nación ucraniana y no existe tal país. Eso hacen después de matar a sus padres.
Se está llevando a cabo un genocidio sistemático de la población ucraniana.
¿Les recuerda a algo parecido en la historia? Sí, a mí también me recuerda a Hitler.
La retórica de la propaganda rusa también lo recuerda: se trata del camino especial del pueblo ruso. Ellos son superiores y los otros inferiores.
Te pido, por favor, que dejes de escuchar los argumentos rusos de esta guerra. No hay una sola palabra de verdad.
La verdad es sencilla: se trata de un anciano amargado, un dictador quien vive en la ilusión de su propia grandeza y una realidad paralela: necesita mantener su poder de cualquier forma y a cualquier precio, sin importar el número de víctimas -de su propio pueblo y del enemigo-.
La mejor estrategia para mantener el poder es crear un enemigo y hacerle la guerra. Una guerra breve y victoriosa. Pero no se logró, Putin no contempló la fuerza de voluntad de los ucranianos, su amor a la patria y su patriotismo. Los ucranianos han decidido luchar contra la invasión y proteger su tierra. Esta lucha diaria lleva ya un año.
La teoría de Putin sobre la bipolaridad del mundo, de que esta debe lograrse mediante la confrontación directa con Occidente, tiene lógica solo en el consultorio de un psiquiatra.
Analicemos rápidamente los argumentos principales de la invasión:
Primero: “Hay nazis en Ucrania y deben ser derrotados”. A este propósito lo llamaron desnazificación. Se trata de una manipulación con el término nazismo, el cual, por la memoria histórica de Rusia, provoca en el pueblo ruso el máximo odio. Es un hábil truco propagandístico.
Es necesario saber que el nivel de nazismo o nacionalismo radical en cualquier país se mide únicamente por su porcentaje de representación en el Parlamento. De acuerdo con esto, no hay nazismo en Ucrania porque ningún partido radical logró acumular los votos para poder estar representado en Rada Suprema (Parlamento ucraniano).
La existencia del nazismo ucraniano es una mentira flagrante. No está de más mencionar que hay muchos judíos en el gobierno, incluido su presidente Zelensky.
En la propia Rusia la situación es mucho más interesante: todas las tendencias del Estado responden a todas las características del fascismo: la dictadura del líder inamovible e indiscutible; estatismo; la primacía del Estado sobre los derechos y libertades de los ciudadanos; prohibición, persecución y terror hacia los disidentes; nacionalismo agresivo; el reconocimiento de una nación como dominante, que tiene superioridad; imperialismo agresivo (expansión territorial, la “devolución de tierras ancestrales”); el culto a la fuerza y la violencia, entre otras.
El historiador y profesor estadounidense de la Universidad de Yale, Timothy Snyder, llama a este fenómeno esquizofascismo: cuando un fascista acusa a su enemigo de sus propios pecados. Como si fuera un espejo invertido. Snyder crea un nuevo término: rashismo (Rusia + fascismo), hablando de la Rusia de hoy.
Otro argumento para justificar la invasión, de acuerdo a los rusos: el acercamiento de las fronteras de OTAN.
Putin dijo muchas veces que existía un acuerdo entre Rusia y OTAN, en el que sus fronteras no se acercarían a Rusia. Es una mentira repetitiva: nunca existió tal acuerdo.
Hablando de Ucrania en el contexto histórico -todavía en 2014, Ucrania eligió un rumbo europeo a seguir y trató de ingresar a la OTAN. Su pueblo lo decidió en Euromaidan, aquella serie de manifestaciones que llevaron a la huida de su presidente prorruso, Yanukovich. Esto se dio por las constantes provocaciones, chantajes y «castigos» de gas y energía por parte de Rusia para mantener a Ucrania como un país vasallo.
Ese mismo año, aprovechando la situación de debilidad del poder en Ucrania, Rusia invadió Ucrania y tomó parte de su territorio: Crimea. Aparte desató una guerra separatista en el Donbass (territorio de Ucrania), que a la fecha continúa.
Sin embargo, Ucrania no fue incluida y no iba a ser incluida ni en la OTAN ni en la Unión Europea. Todos los líderes europeos lo expresaron y confirmaron lo mismo a Putin antes de la guerra.
Ahora Suecia y Finlandia han solicitado su ingreso en la OTAN. Rusia no reaccionó a esto. Según su lógica, deberían atacar inmediatamente a estos países, especialmente a Finlandia, con quien comparte una frontera de casi 1,300 km.
El último argumento de invasión: la opresión de la población rusoparlante en Ucrania, especialmente en Donbass. Este argumento, también llamado “opresión de los nuestros”, debe causar preocupación de los gobiernos de los países donde vive la población rusoparlante. Por ejemplo, si Putin decide que Estados Unidos está oprimiendo rusoparlantes en el barrio rusoparlante de Brighton Beach, en Nueva York, de acuerdo a esta lógica, debe invadir Nueva York. Estos ejemplos son ridículos porque los argumentos mismos son ridículos.
Este último argumento me parece todavía mucho más absurdo, pues yo misma he visitado Ucrania los últimos 20 años. A pesar de hablar solamente ruso, siempre recibí puro cariño y amor. Pude observar cómo dos idiomas coexisten pacíficamente, a veces incluso en una sola conversación.
Hoy en día, el idioma ruso y la cultura rusa se han vuelto odiados en Ucrania. La población está aprendiendo ucraniano a un ritmo increíble; hasta gente de etnia rusa trata de abandonar su idioma nativo y quiere hablar solo ucraniano.
Nadie podrá hacer más daño a Rusia, a su cultura y a su idioma, que lo que ha hecho Putin.
OTAN nunca se habría acercado tanto a las fronteras rusas si no fuera por esta guerra.
Rusia perdió la guerra, eso es un hecho. Junto con ello, su reputación, la economía y sus mejores ciudadanos, quienes huyeron para no representar un país agresor y no arriesgar sus vidas y la libertad en la nueva realidad de las opresiones internas.
Rusia se convirtió en el país más tóxico del mundo. Su propaganda se convirtió en un monstruo que deshumaniza a su pueblo. La rehabilitación de valores y el regreso al mundo civilizado tomará años.
Rusia perdió la guerra.
Pero la pregunta es, ¿cuántas vidas más se llevará este enano dictador en las últimas convulsiones de su canibalismo?
Ciudades enteras de Ucrania han sido borradas de la faz de la tierra. Decenas de millones de refugiados cuentan los días para regresar a su país y comenzar a reconstruirlo. Definitivamente volverán y definitivamente lo reconstruirán. Pero lo más importante es que los criminales aparecerán en la Corte Internacional, tal como sucedió con los alemanes en Nuremberg.
Esto debe pasar porque la maldad debe de recibir su castigo.
A Ucrania le deseo la victoria, no la paz.
No siempre es correcto buscar la paz. Imagínese si el mundo hubiese llegado a un acuerdo de paz con Hitler, aceptando sus condiciones. ¿Sería el mundo el mismo que hoy vivimos? ¿Sería correcto parar la guerra a cualquier precio? Está claro que Hitler habría hecho acopio de fuerzas y, tras una pausa, habría devorado el resto del mundo. Es justo eso lo que quiere hoy Putin: una pausa para recuperar las fuerzas y regresar a Ucrania; después ir a Moldavia, a Lituania, a Letonia, a Kazajstán, a Polonia, etc.
Desear la paz hoy es igual a desear la victoria de Rusia.
El mundo está luchando contra el mal a la par de los ucranianos. Por lo tanto, el papel de cada uno de nosotros es ayudar.
Ayudar a los refugiados, ayudar a los fondos humanitarios o simplemente ayudar en desarrollar la conciencia de lo que está pasando, crear compasión, estar del lado correcto. Es sumamente importante para los ucranianos.
Deseamos la victoria a este pequeño y audaz país.
¡Gloria a Ucrania!