Queridos mejores amigos,
cierren los ojos (metafóricamente porque si no, no pueden seguir leyendo) ahora imaginen un huevo que se cuece adentro de una tortilla recién hecha a mano, que se acaba de inflar en el comal. Hay quienes conocen esta maravilla como huevos encamisados, y de eso les vengo a hablar esta semana.
Resulta que hace un tiempo vinieron las hermanas de mi mamá de vacaciones y, así como así, agarramos carretera porque ya habíamos escuchado de este mítico platillo, que por alguna razón se volvió tendencia en redes sociales y hasta salió en la tele.
Sin más ni más, emprendimos la aventura hacia Valladolid, pues ahí está la dichosa ‘Ruta de Las Tías’ en un pueblo que se llama Kaua, para ser precisos entre Valladolid y Pisté (Chichén Itzá). Si bien no es una ruta oficial gastronómica, sí es un tramo carretero en donde hay varias casas mayas donde se come de lujo, hay chorizo de Valladolid, Poc Chuc y demás amenidades yucatecas, pero el rey sin corona, y la razón de su popularidad, es ese pedacito de gloria preparado en el momento que acompaña a dichos platillos.
Recuerdo que mi abuela decía que, si una tortilla no inflaba, había que acariciar a un armadillo… ¿Se imaginan?
Pues bueno, estas mujeres hacen las tortillas con una maestría que dejan atónitos a propios y extraños, pues el ritmo y la sincronización que tienen son, por decirlo de una forma, olímpicos, ya se ahorraron la joda de buscar a ese animalito.
Las cocineras tradicionales de La Ruta de las tías, están inmersas en la tradición de la tortilla inflada y tal vez por eso este ‘buebito’ pasa desapercibido para ellas, pues lo ofrecen como un plus adicional , pero no como el protagonista de la mesa.
De igual manera es sí o sí, una obligación pedirlos como el acompañante de tu desayuno.
Investigando las particularidades de este lugar, me encontré que se llama ‘La Ruta de las Tías’ porque todo empezó cuando doña Antonia vendía tortillas a los traileros a la orilla de la carretera, después consiguió permiso para vender antojitos y poco a poco sus clientes le dieron fama por vender estas delicias, que además eran servidas por sus 5 sobrinas.
Con el paso del tiempo fueron surgiendo más negocios y después llegó el estrellato en televisión, todo un acontecimiento para el pueblo y ¡boom! Reporteros por aquí, fotos de Instagram por acá y el fervor por este paraje se prendió.
Hay quienes dicen que doña Antonia, otros que doña Cleo, y otros tantos, aseguran que doña Clodo es la original, la verdad es que nadie lo sabe a ciencia cierta, pero hacer una parada técnica en este pueblo es lo mejor que puedes hacer al visitar esta parte de Yucatán.
Sobre todo, porque puedes estirar los pies con una caminata por los alrededores para comprar frijoles, calabazas chorizo y todo a muy buen precio.
¿Ustedes ya fueron? ¿Cuál es su plato yucateco por excelencia? Cuéntenme sus historias culinarias de carretera e iniciemos la conversación en redes sociales usando el hashtag #PerroCocinero.