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    Opinión¿Quién nos cuida?

    ¿Quién nos cuida?

    Opinión

    De algo tenemos que hablar

    Si he de ser sincero, al día de hoy le temo más a la policía a por ejemplo, estar en una calle oscura y solitaria. En la calle, dentro de toda la marabunta de locura que existe, hay cierto orden en la locura, sin embargo, con los representantes de la ley cada día pierdo más seguridad.

    Una noche, por ejemplo, 5 elementos de la policía en Benito Juárez, me bajaron de mi unidad (sin motivo) para revisarme. ¿La excusa? Me veía sospechoso.

    Un hombre, viendo videos de Youtube frente a una iglesia, mientras espera que su sobrina menor de edad salga de una reunión de jóvenes es digno de toda sospecha para los policías.

    Me esculcaron. Si algo sé, de las reglas no escritas en la calle, es que, en esos casos, no opongo resistencia, aunque sea que lo que hacen es ilegal. Me quitaron el celular y mientras un policía lo revisaba me decía: “¿te molesta, eh?”.

    Se lo que intentaba, quería provocarme para que le quitará el celular o hiciera algún arrebato y justificar “agresión contra la autoridad” y ahí sí, tener motivos para detenerme o elementos para extorsionarme. Esa historia me la sé, me la han contado tantas personas a las que he entrevistado en mis años de trabajo. Me quedé callado, mirando hacía el piso, pues entre todos me lampareaban para evitar los viera claramente.

    Revisaron el coche y me hacían preguntas fuera de contexto.

    Incluso me olieron las manos y el cabello, buscando indicativos de marihuana.

    No encontraron nada, ni siquiera un quinto partido por la mitad en mi cartera. Eso los ofuscó y la tiraron al piso.

    Al final, llegaron a la guantera, y encontraron “la bomba”: mi credencial de prensa.

    En ningún momento dije que era reportero. Una parte de mí quería ver hasta donde llegaban, mientras hacía memoria de todos los actos ilegales que hacían.

    “Verga”, dice el elemento que encontró la credencial, mientras se la enseña a los compañeros.

    Uno de ellos me dice: “¿Por qué no me dijiste que era clave?”, entre molesto y extrañado.

    A lo que le respondí: nunca me preguntaron a que me dedicaba, solo llegaron y me bajaron.

    Sin dejar de echarme la luz de las lámparas al rostro, uno de ellos me dice: “aquí muere, que ya sabemos cómo te llamas”, mientras les hace una seña a sus compañeros y comienzan a subirse a la unidad.

    El celular me lo aventaron al asiento de atrás de coche y la cartera seguía en el piso, mientras se iban.

    En lo que me agache para buscar el celular y tomarles una foto, ya se habían ido y yo me quedé recogiendo mis credenciales del suelo. Esa fue mi experiencia con la policía en Quintana Roo.

    A mí me “salvó” tener un gafete que decía “prensa”, pero, ahora ya ni eso ayuda, sino pregúntele a los compañeros baleados el pasado 9 de noviembre mientras cubrían una protesta en el Palacio Municipal.

    A cinco meses, una compañera que resultó lesionada dio a conocer que tuvo que dejar su casa, ante llamadas anónimas, patrullas que se apuestan fuera de su casa sin motivos, y por daños a su propiedad, como ralladuras a su coche y llantas ponchadas, ante lo que califica como una forma de presión para que retire las demandas.

    A pesar de haber videos de la agresión, hasta el momento no hay elementos detenidos, sólo suspendidos.

    Ahora, se suma el tema de Victoria, muerta mientras era sometida por 4 policías en Tulum el pasado sábado 27 de marzo, quien, ya estando esposada, era sometida y ella gritaba que no podía respirar. Un elemento femenino de la corporación la sometió y al cabo de unos minutos ella dejó de moverse. Victoria murió (no se sabe si en el lugar de los hechos o minutos después). La necropsia de ley reveló que se le había fracturado la columna por el exceso de fuerza.

    Estos tres hechos dejan en evidencia el fracaso que ha representado el llamado “Mando Único”, que tanto nos vendieron autoridades estatales, y que hoy presumen la inversión de 2 mil 900 millones de pesos en la creación de un C5, centro de alta tecnología, supuestamente el más moderno de América latina.

    ¿Por qué fracaso? Por qué de poco sirve la inversión millonaria cuando a nivel de campo los elementos no pueden detener de forma correcta a una persona en estado de ebriedad, o dispersan una protesta con disparos o siguen realizando extorsiones de forma impune.

    ¿Denunciarlos? Ni con grabaciones han detenido a los elementos que dispararon contra una multitud, ¿Qué confianza dan las autoridades impartidoras de justicia de brindar eso: justicia?

    La pirámide de gobierno en México está podrida ya lo sabemos, sin embargo, la sociedad sigue y sigue haciendo muy poco para cambiar esto y esto es aprovechado por los oportunistas políticos.

    Solo hay que ver los próximos candidatos a elección que tenemos en el horizonte.

    No hay muchos cambios a los viejos patrones que tanto mal nos hicieron en el pasado, ahora con rostros “jóvenes” haciendo lo mismo. Incluso, aún han dirigentes de partidos que se auto postulan como candidatos, como en antaño.

    Es en este momento cuando debemos de meditar en la enorme responsabilidad que tienen los universitarios, los jóvenes profesionistas, activistas, para escuchar todas las voces y no encerrarnos a solo dividir.

    El problema en México es que no educamos para tener una mejor sociedad, se educa para medir éxito personal a través de la acumulación de bienes y ahí creo que también hay muchas respuestas que nos podrían ayudar a salir adelante como país.

    Mientras glorifiquemos la riqueza sobre el bien común y el consumo, sea se series de narcos y así mismo su glorificación, es muy difícil que ningún gobierno pueda hacer algo, pero también, mientras dejemos a los gobernantes actuar con libertad, les damos la sensación de que son incontables y que nunca tienen que rendirnos cuenta.

    ¿No creen que ya es hora de cambiar esto?

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