Para ser un hombre tan obsesionado con la acumulación de poder, lo que hemos visto en los últimos meses es un presidente que lo va perdiendo paulatinamente. Y eso lo tiene muy enojado. López Obrador trata de esconder su molestia, pero dos horas de mañanera diarias son muy traicioneras, y no pocas veces se le ve francamente contrariado.
Quiso someter al INE en las elecciones y el INE terminó con más popularidad que él. Quiso someter al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y los magistrados terminaron destituyendo al impresentable que había puesto AMLO a presidir ese órgano. Quiso que el Tribunal exonerara a Pío, y perdió la votación 6-1. Quiso arrasar en las elecciones pero no alcanzó la súper mayoría y no puede cambiar por sí solo la Constitución. Estaba seguro de repetir el tsunami en la Ciudad de México, y perdió la mitad. Dos de sus presidenciables están en franca rebeldía. Ricardo Monreal muestra su independencia en el Senado y manda señales diarias de que se va alejando del presidente.
Ya no hay aquel miedo. Marcelo Ebrard lo mismo: ya vio que Claudia Sheinbaum es la favorita, y él está abiertamente contra ella, contra la candidata de su jefe, el presidente. Lozoya se deja ver en un restaurante de lujo; es una provocación, diagnostica el presidente; y sí, Lozoya también le perdió el miedo. Ancira hace de las suyas y lo deja colgado de la brocha con el pago de los 200 millones de dólares. Cabeza de Vaca hace gira a Gobernación (y se ríe de la orden de aprehensión) y Francisco Domínguez, otro de los acusados en el caso Lozoya, deja el gobierno de Querétaro como torero cruzando el ruedo entre aplausos. No le aprueban la pregunta que quería en la revocación de mandato. Envía su contra-reforma eléctrica y en el Congreso Morena dice que está abierta a modificarla, en contra del deseo presidencial. Perdió el intento de extender el mandato del presidente de la Suprema Corte; hasta los ministros que él nominó se le voltearon. Un presidente que no desaprovecha un foro para hablar, y por miedo a un tuit de una senadora, decide cancelar su participación. Se le meten damnificados a uno de sus actos, lo interrumpen para exigirle respuestas a sus demandas. Uno de sus nombrados en el Banco de México critica sus políticas económicas. Los empresarios endurecen la pierna: después de tres dóciles años, se muestran mucho más severos en sus declaraciones contra López Obrador. En mucha de la prensa condescendiente empiezan a verse atisbos de crítica. Brotan autodefensas, se levantan maestros, surgen nuevos grupos que paralizan, le hacen huelga en la refinería.
Ha perdido poder, pero no ha perdido clientela. Y claro que también hay muestras de que el presidente sigue teniendo poder. Pero en general, los vientos le son adversos. Y eso, para un hombre tan concentrado en acumular poder, lo tiene descolocado.
Miércoles por la noche. Víspera de la toma de posesión. Acapulco, Guerrero. Hotel Holiday Inn. Félix Salgado Macedonio, jugando de local y a unas horas de ver a su hija convertirse en gobernadora, con la fiesta a todo lo que da al lado de un muy visible grupo de mujeres acompañantes. Como diría el clásico: en la plenitud del pinche poder.