¿Será por qué abusaron de ellos de pequeños?
¿Por qué su madre era castrante?
¿Por qué son acomplejados sociales?
¿Por qué no perdonan el éxito ajeno?
¿Por qué se sienten inferiores?
¿Por qué no disfrutan el triunfo de sus contemporáneas?
¿Por qué demonios son así y se desquitan con nosotras?
¿Por qué son pasivo-agresivos?
¿Por qué disfrutan ser verdugos de mujeres talentosas y apasionadas por su trabajo?
Porque son reflejo y expresión pura del alma mezquina que poseen.
Porque son incapaces de dejar de vernos por debajo del hombro.
Porque la víctima se lame la herida, observa, se cuestiona -en ocasiones se culpa- y analiza al verdugo.
Porque desde lo más profundo de mi ser sueño que cuando mi sobrina Alana sea una mujer profesional no viva lo que yo viví, anhelo que no minimicen su trabajo, que la equidad de género sea lo normal y que únicamente existan los patanes en los antiguos bestiarios me refiero a esos machos prepotentes, insolentes que gozan destruyendo-pisoteando el trabajo de mis coetáneas.
A tí que quisieras verme destruida, llorando y de rodillas… te digo con la frente en alto: jamás vas a poder contra mí, me haz doblado, pero nunca me quebraras.
Y a mis queridas lectoras que se ven reflejadas en esta columna las abrazo a la distancia y de corazón les digo que #niunamas