Deslumbrante y con un maravilloso sentido del humor. Abierta, pero no al estilo de Europa del Este. Habla varios idiomas. Ella me pareció una belleza perfecta.
La observé desde lejos, como miras a las estrellas. Definitivamente era una estrella.
Su presencia en el mundo del espectáculo era fundamental. Recuerdo cuando llegué a Kyiv; encendí la televisión y de inmediato la vi: Masha Efrosinina.
Lo atractivo para mí no era su papel de conductora o modelo. Es una mujer con responsabilidad social, que lucha por mejorar la vida de los ciudadanos, así como por la protección y los derechos de la mujer.
Así nacen estas personas, con incansable inquietud dirigida a las necesidades de la sociedad. Así nacen los líderes. Para mí era una especie de disonancia cognitiva. Las estrellas del mundo del espectáculo están enfocadas en sí mismas y en su negocio. No viajan a ciudades lejanas para abrir refugios para mujeres que sufren violencia doméstica; no recaudan fondos para costosos equipos médicos para un hospital infantil. Es justo lo que Masha hacía.
Además de ser representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (En inglés, UNFPA-United Nations Fund for Population Activities), en Ucrania, tenía su propia fundación: “Masha Foundation”, para proyectos en beneficio de la población vulnerable: mujeres y niños.
Yo seguía sus redes. Su trabajo no se paraba ni un día: entre dirigir programas de televisión y llevar su canal de entrevistas a los famosos, hasta modelar y coordinar su marca de ropa. Siempre muy presente, guapa y feliz.
Combinaba sorprendentemente el glamour con la sencillez; el estrellato y la accesibilidad; la coquetería con la inteligencia.
La observaba con curiosidad, y un día decidí que, si hacía algún tipo de proyecto para promocionar a México en Ucrania, ella sería la ideal porque, además de tener una bella cara, tenía la presencia de una persona fuerte, inteligente y socialmente responsable. No me equivoqué. Se enamoraron el uno del otro: México y Masha.
Vino un par de veces a México. Hicimos un proyecto de lujo para promover el país. Funcionó. Mucho tiempo después, aún la gente me llamaba y decía: «queremos vacaciones como de Masha».
Yo soñaba con convertirla en una embajadora turística de México mostrando diferentes estados, lugares únicos. En mi cabeza se estaba gestando un concepto completamente nuevo para promocionar el país a través de una persona inteligente, ingenua, encantadora e increíblemente sincera.
Pero llegó el 24 de febrero. Los enemigos atacaron su país. La guerra comenzó. La gran distancia física entre nosotras se ha convertido en una distancia en términos de siglos: ella terminó en la Edad Media y yo me quedé en el presente.
Tal vez por eso escribo sobre ella en tiempo pasado. La Edad Media es el pasado. Allí está ella ahora, en los últimos seis meses.
La veo vestida de blanco, frágil, como una bola de luz; parada en el centro de un campo quemado de trigo dorado sembrado de niñas violadas y ancianos baleados.
La veo cerrando los oídos para no escuchar el terrible aullido de mentiras y bombas que masacran su mundo.
La veo cerrando los ojos para no ver la traición de aquellos, quienes alguna vez fueron personas y luego se convirtieron en cuervos.
La veo enroscando su mano frágil en un puño de odio que nunca antes había experimentado.
La veo arrastrando a su pequeño hijo al refugio, por la fuerza, para salvar su vida, pero para romper su alma para siempre.
Día tras día. Mes tras mes. La barbarie bate récords todos los días. Resulta que el mal no tiene umbral de sensibilidad.
Cuando Ucrania sigue retorciéndose en convulsiones, el mundo empieza a tranquilizarse. Se acostumbra a la guerra y más, cuando está tan lejos.
Sigo a Masha desde esta infinita distancia de siglos, y veo cómo se está transformando.
Los lujosos vestidos se han convertido en simple ropa de voluntarios (Cindarella al revés), cuando está recorriendo bodegas de ayuda humanitaria; los trajes de negocios para los eventos elegantes en toda Europa, ahora son para dar pláticas para movilizar los fondos a través de su sinceridad y el dolor.
Veo cómo se transforman sus ojos. La guerra está transformando todo y a todos.
Masha también se transformó. Su inquietud, en tiempos de paz, se convirtió en un motor de batalla en la guerra.
Es un fenómeno muy curioso. ¿Por qué unos viven su vida y otros no se quedan tranquilos sin ayudar? ¿Uno nace con esta inquietud? ¿Nace con ese sentido del deber latiendo en las arterias, con esa necesidad anatómica de la participación en un organismo tan ilusorio para un individualista como «mi país»?
Su día a día es una referencia a quien la sigue, incluyéndome. Somos ya casi 3 millones.
Ella asumió, deliberadamente, la responsabilidad de su pueblo, convirtiéndose en una brújula para la dirección de otros. Son toneladas de carga. Y esta es su elección.
La recaudación de dinero de su fundación sirve para un centro de rehabilitación para mujeres y niños; para ayuda humanitaria a refugiados; para un proyecto de centro de prótesis; la lista es interminable.
Hoy, su delicado rostro es aún más deslumbrante. Esta luz no está llena de felicidad, está llena de la densidad del dolor y sabiduría; de significado y esperanza.
Masha Efrosinina es una persona real, pero al mismo tiempo una imagen colectiva de todo el pueblo; un vívido ejemplo de coraje. Ella es la responsable de mi sentir de esta guerra, de la compasión hacia las víctimas. Y sí lo siento, ¿y usted?