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    OpiniónEvolución de la censura: Armina Wolpert

    Evolución de la censura: Armina Wolpert

    Opinión

    ¿Recuerda los maravillosos episodios de Seinfeld? Un grupo de amigos en Nueva York se encuentra cada vez en situaciones absurdas y divertidas que, a pesar de su aparente y total estupidez, hablan de las debilidades y complejos de una ciudad multifacética y tan multinacional.

    Seinfeld es sincero, crea las situaciones reales cotidianas en un formato grotesco, pero en todo se siente amor por sus personajes y sus locuras.

    Después de 20 años comencé a ver de nuevo estas series y de repente me sorprendí pensando que muchas de estas situaciones y sus interpretaciones hoy serían muy mal vistos, serían “políticamente  incorrectos”.

    De repente me di cuenta de que hoy sería imposible hacer una serie así. Seinfeld hoy parece ser solo un disidente. Sí, sí, en Estados Unidos, en la cuna de la democracia y la libertad de expresión. Simplemente no pasaría la censura o recibiría miles de demandas de personas, organizaciones etc.

    Después de todo, uno no puede reírse ni de los judíos, ni de sus complejos tragicómicos debido a su trágica historia, ni de los afroamericanos, los latinos, las mujeres y las tonterías del mundo. De estos y muchos más. Simplemente ¡No puedes reírte públicamente de ellos hoy!

    Esta serie me dio una especie de herramienta para medir los cambios de la conciencia. Mía, a por lo menos. 

    Nuestra conciencia y percepción se han transformado, aparentemente como resultado de nuestro contacto mucho más intenso con el mundo virtual, sus valores, reglas y tendencias.

    Quizás estos cambios en la conciencia sean positivos, pero al mirar a Seinfeld hoy, estoy completamente abrumada por un ataque de nostalgia por esta ingenuidad y humor imprudente.

    Hoy no puedes bromear sin mirar atrás, tienes que pensar si tu broma contiene trampas o revelaciones de una percepción ‘anticuada’ completamente oculta, que a los ojos del mundo será errónea o irrespetuosa.

    Así comenzó la censura. En la televisión, en la conversación con amigos,  poco a poco se fue convirtiendo en nuestra esencia.

    Durante todos los últimos años vimos más y más personas que se expresaron o bromearon sin éxito y los lincharon públicamente. Son despedidos, sus contratos son cancelados, son privados de sus puestos ministeriales y olvidados para siempre.

    No queremos esto. Desarrollamos inconscientemente un mecanismo de defensa. Así cambia nuestra conciencia, impuesta por la sociedad.

    Hoy en día, cualquier aparato gubernamental tiene una herramienta aún más perfecta para controlar la palabra: el miedo.

    En una sociedad democrática hoy, la palabra se controla a beneficio de la salud y la vida. Si ‘controla’, que eso no es sinónimo de democracia.

    Un ejemplo sorprendente son las publicaciones sobre Covid. Cuántos sitios, chats, videos, opiniones que se han bloqueado porque dañan y difunden información que perjudica la toma de control sobre la enfermedad, pero también la toma de control sobre la sociedad que se deja constreñir como nunca en la historia de las democracias.

    Por supuesto entendemos que si una palabra u opinión puede amenazar a la vida de una persona (teorías de conspiración, textos de antivacunación etc.), entonces, probablemente, el Estado debería tomar el control de la palabra. Pero quién me puede explicar la diferencia entre este deber en una sociedad democrática y el mismo deber en una sociedad de dictadura, o teocracia, cuando por palabras no deseadas las personas  son encarceladas o asesinadas. La naturaleza de la prohibición es idéntica. La valuación de su uso es subjetiva. No hay censura justa o correcta. La censura no es un sustantivo. Este es un verbo. Esta es la acción. Es una prohibición en cualquier sociedad y en cualquier contexto.

    Nunca antes los sociedades bipolares habían estado tan cerca la una de la otra. Nunca antes la democracia se ha parecido tanto a la teocracia.

    La censura nunca ha estado tan motivada política y estatalmente, en todas sus manifestaciones. Para bien y para mal.

    La evolución de la censura. Nunca antes el significado de la palabra ‘evolución’ se había acercado tanto a su antónimo: ‘degradación’.

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