Como ya se acabaron las series de Netflix en la larga cuarentena, el gobierno del presidente López Obrador pone a disposición del público una triple cartelera para el entretenimiento ciudadano: Lozoya, Duarte y Zerón.
Que nadie malinterprete: ojalá se haga justicia y se borre todo asomo de impunidad en los delitos que se imputan a los tres personajes. Pero como el mismo presidente AMLO sostuvo en su larga trayectoria como opositor, “en política no hay casualidades”:
En un momento en que López Obrador prefiere que el pueblo no vea lo que está sucediendo en el presente, se alinean tres espectáculos políticos para recordar el ominoso pasado y resucitar el discurso que lo llevó a arrasar en las elecciones de 2018. Como no tiene ningún resultado que presumir en el presente, lo que le queda es apostar por recordar el pasado: corrupción, corrupción, corrupción.
Odebrecht, Fertinal, Agronitrogenados de Lozoya. Los ranchos, el banco, el dinero a las campañas priístas de Duarte. Ayotzinapa, los interrogatorios, la verdad histórica de Zerón. Cada serie tiene varios capítulos y varias temporadas. La detención, el encarcelamiento, la extradición, el traslado, los videos, las declaraciones incriminatorias de Emilio Lozoya. La huida a Nuevo México y Florida, la aprehensión en el lote de autos, la cirugía plástica, la vida americana de César Duarte. Los nuevos hallazgos, la tortura, el escondite, la búsqueda y llamado a cuentas de Tomás Zerón.
Hay show para rato. Así la gente se distrae un poco. Se olvida de que el gobierno dijo que serían máximo 6 mil muertos por la pandemia y ya vamos en 36 mil, seis veces más. Se olvida que el gobierno prometió crecimiento económico y antes del coronavirus, ya nos tenía al borde de la recesión. Se olvida que el gobierno se quedó cruzado de brazos y a diferencia de casi todos los países del mundo, no lanzó un programa de rescate económico para la gente por el Covid; esa inacción ya quitó ingresos a 20 millones de mexicanos. Se olvida de las cifras récord de inseguridad mientras se consiente a criminales. Se olvida de que Trump se lleva elogios, pero las feministas y los papás de niños con cáncer se llevan insultos.
La narrativa ya puede ser otra. La de un presidente que cumple con su principal promesa de campaña: combatir la corrupción. Y así nos acordamos del pasado al que no queremos volver. Y así las encuestas empiezan a reflejar buenos vientos para la popularidad presidencial.
Solo que hay que recordar lo que dicen los encuestadores: este tipo de golpes de efecto no sirven de mucho si el gobierno no da resultados. Ahí está el principal reto del presidente. Por mucho que estire la trama de estos tres thrillers políticos, si no logra que mejoren las condiciones de la economía y la inseguridad, no le alcanzará.
Por ahora, a disfrutar el espectáculo.