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    OpiniónEl hombre que cambió mi vida: Armina Wolpert

    El hombre que cambió mi vida: Armina Wolpert

    "Odiaba la guerra.
    Creía en la libertad de las naciones. Liberó a los presos políticos. Detuvo la guerra en Afganistán y el aumento de arma nuclear.
    Amaba su mujer más que a su trabajo, ponía los derechos humanos por encima del estado y valoraba un cielo pacífico más que el poder personal.
    Nos regaló treinta años de paz. Se acabó el regalo. El regalo ya no existe. Y no habrá más regalos."
    Dmitri Muratov
    Ganador del Premio Nobel de la Paz 2021

    Opinión

    Adorado por todo el mundo y odiado por su propio pueblo.

    Lo llaman “El hombre que cambió el mundo”. Hay muchos libros sobre esto. No hablaré del mundo. Hablare de mí. Sobre cómo Mijaíl Gorbachov cambió específicamente mi vida: de una niña, hace 33 años.

    Armina Wolpert

    En 1987, a la edad de 18 años, en la URSS, vine a estudiar de la Lituania soviética a Rusia, a San Petersburgo.

    Gorbachov ya estaba en el poder, la perestroika apenas comenzaba.

    Sentí que llegué de una provincia a una gran ciudad, San Petersburgo era la capital cultural de la entonces URSS. Era uno de los períodos más difíciles de la historia del país, tuve una impresión muy ambivalente de Rusia.

    Por un lado: después de mi ciudad natal – Vilna, tan europea, Rusia me pareció asiática, hasta salvaje.

    La actitud de la gente era diferente de lo que yo estaba acostumbrada: el espacio personal era reducido, la gente estaba molesta y las tiendas vacías. Pero por otro lado, como una flor que se abría ante tus ojos, la libertad de expresión empiezo a florecer en todas sus formas: arte, literatura, música.

    La dinámica de los cambios en la conciencia pública y la transición del miedo a la autoexpresión ocurría diario. Fue increíble. Por ejemplo: me prestaron las hojas impresas el poema prohibido de Anna Ajmatova, “Réquiem” por una sola noche, para leerla y reimprimirla manualmente. Era el poema prohibido sobre la época de Stalin. Toda la noche yo lo copiaba tacleando con un dedo en una vieja máquina de escribir prestada, me deleité con estos versos y me alegré de haber logrado conservar su copia. Dos días después, este mismo poema ya se vendía abiertamente en una librería.

    Las cosas se cambiaban a la velocidad de la luz. El soplo de la creatividad vibraba en el aire.

    En toda la ciudad se organizaban espectáculos que hablaban de lo que había estado prohibido durante los últimos 70 años, se abrieron exposiciones de arte moderno, las librerías estaban llenas de libros que eran prohibidos hace poco. 

    No sé qué me mareaba más: la falta de comida o la sensación de libertad que cubrió todo el país como una cálida cobija de placer casi físico de «descubrimientos» de la historia de este país. Un país creado artificialmente como un resultado del acuerdo territorial después de la Segunda Guerra Mundial por Stalin y sus aliados. 

    Se descubría la sangre, el pus de la historia de los tiempos terribles del terror rojo de Lenin y Trotsky, de las décadas de represión y Gulag de Stalin, de las vidas arruinadas que tocaron, al parecer, casi cada familia de este enorme monstruo llamado URSS.

    Comprender estos procesos, la verdad sobre ellos, dio una mágica esperanza de que una vez que puedas hablar de ello – nunca más volverá a suceder, y esta libertad otorgada a fines de los 80s parecía una especie de garantía de que el pueblo se salvaría del socialismo distorsionado y del imperialismo.

    Gorbachov hizo posible que los ciudadanos soviéticos, que habían tenido miedo de decir la verdad durante décadas, empiecen expresarse libremente sin temor a que los dispararan, los encarcelaran, los despidieran de sus trabajos o los expulsaran del partido. Este fenómeno no era sólo la libertad de expresión como una de las libertades democráticas, sino la liberación del miedo. Que pena que su país no logró mantenerlo: no aprendió a vivir sin miedo, no lo conservó, no lo protegió, no lo aumentó y finalmente lo perdió. 

    Mijaíl Gorbachov y Raísa Gorvachova, su esposa

    El proceso de liberación se reflejó de inmediato en las repúblicas soviéticas de la URSS, cuáles inmediatamente “despertaron” de sueño litúrgico de las colonias y reclamaron su derecho a la autodeterminación. Los judíos soviéticos también tenían una esperanza en la oportunidad de partir hacia Israel, algo que durante muchos años fue imposible para muchos e incluso dio lugar a una lucha y el movimiento internacional de sionistas que exigían crear presión desde Occidente sobre la URSS para que dejara a los judíos ir a su «tierra prometida». Su lema «Deja ir a mi gente» era conocido en todo el mundo. 

    El comienzo de una nueva época creó 2 palabras nuevas y muy importantes: «perestroika» (construir de nuevo) y «glasnost» (libertad de expresión), que hoy ni requieren traducción. Detrás de todo esto había solo una persona: Mijaíl Gorbachov.

    Gorbachov llegó al poder después de un largo estancamiento de la sociedad, después del reinado de una serie de ancianos que murieron uno tras otro. Así  apareció él, un hombre joven, de 54 años, enamorado de su mujer, un funcionario, quien en realidad, era la carne de la carne del sistema que lo engendró. Pero él, sin embargo, permitió a sí mismo ser un humano, cometiendo errores de un humano. 

    Las decisiones de cualquier líder siempre tienen consecuencias para quienes lo siguen. Y cuanto más alto sea el líder, más fuertes y dramáticas serán las consecuencias de sus decisiones. Muchas de sus decisiones, o viceversa, la falta de los decisiones o su suavidad, llevaron a errores, hasta tragedias y, en final  – al colapso de URSS. No era planeado, ni intencionado. Pero esto pasará más adelante.  Gorbachov fue el primero de los líderes soviéticos que dio libertad a la iglesia, habló en el lenguaje de la reconciliación entre la URSS y los EU, detuvo la catástrofe nuclear, destruyó el Muro de Berlín, uniendo a Europa, retrocedió ante la amenaza de guerras y enfrentamientos. Fue el primer (y, aparentemente, el último) político accesible en ese país que no fue condenado por esquemas de corrupción, no construyó corporaciones multimillonarias. 

    Era un esposo amoroso y un buen padre, lloraba sinceramente por su difunta esposa. 

    Gorbachov no derramó sangre para conservar el poder, demostró que uno puede desprenderse del poder manteniendo el respeto y la dignidad. Hoy, esta capacidad tiene un valor muy alto. 

    El 15 de octubre de 1990, Gorbachov recibió el Premio Nobel de la Paz.

    Su muerte en estos días es especialmente simbólica para la historia del mundo. Murió en los días cuando se evaporaron las causas de su vida y los resultados de su trabajo: el anhelo a la paz, a los procesos democráticos y antiimperialistas. Su país se está dirigiendo ahora en la dirección exactamente opuesta.

    Su influencia en el mundo fue global. Su influencia en mi vida también. Las puertas de hierro del imperio comenzaron a abrirse, con un crujido ensordecedor rompiendo los clavos de la sociedad represiva. Las puertas sangraban memorias trágicas de los generaciones, la gente lloraba por sus seres queridos fallecidos a lo largo de la historia de este sufrido país: la guerra, Stalin, las represiones políticas y el eterno miedo a los poderosos. 

    Fue entonces cuando me fui de la URSS. En esta primera brecha de puertas, junto con la primera ola de personas que querían ver otro mundo. Entre ellos estuve yo, de 18 años.

    Hoy, después de muchos años de vida en el mundo Occidental, aprecio infinitamente lo que Mijaíl Gorbachov hizo por mí. 

    El me liberó no sólo físicamente, sino liberó mi pensamiento de los estigmas del socialismo imperial, de los complejos de miedo. Me dio una necesidad inquebrantable de libertad de elección y expresión, que utilizo todos los días. Como dijo una gran actriz rusa Chulpan Khamatova (ahora perseguida por su actitud ante la guerra con Ucrania): “Gracias a Gorbachov, existe inmunidad frente a la falta de libertad”. Esto es sobre mí. Me abrió el mundo, destruyó los muros de mi infancia, la desesperanza de las generaciones de mi familia y me dio la oportunidad de vivir una vida que ni siquiera me atrevería a soñar. 

    ¡Gracias y Adiós, Gran Gorby!

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