En todo Estados Unidos, la emoción de asistir a eventos deportivos en persona se ha visto empañada por el vertiginoso aumento de los precios de los boletos. Este fenómeno, que ha llevado a que incluso los boletos para el Super Bowl alcancen cifras astronómicas, plantea desafíos significativos para los fanáticos que desean apoyar a sus equipos favoritos sin tener que sacrificar una fortuna en el proceso.
En las últimas décadas, el precio de los boletos ha experimentado un crecimiento desmesurado, superando con creces la tasa de inflación. Este fenómeno no es accidental; es el resultado de estrategias deliberadas por parte de los equipos y las ligas deportivas. La creación de una oferta limitada de asientos y la intensificación de la competencia entre aquellos con ingresos disponibles han llevado a un aumento implacable en los precios. Además, los precios dinámicos en plataformas de reventa y la construcción excesiva de nuevos estadios y arenas, con un énfasis en suites de lujo y asientos premium, también han contribuido al alza.
Victor Matheson, economista deportivo del College of the Holy Cross, destaca que los propietarios de equipos y las ligas no se preocupan por la accesibilidad para todas las familias, siempre y cuando la audiencia televisiva siga siendo sólida. Con alrededor de dos tercios de los ingresos de las grandes ligas deportivas provenientes de contratos televisivos, la asistencia a los estadios se ha convertido cada vez más en un bien de lujo.
En el año 2023, se registró un récord de asistencia a eventos deportivos, desde partidos de voleibol femenino en Nebraska hasta encuentros de figuras como Lionel Messi en la MLS. Esta creciente demanda contribuyó a una tendencia denominada «funflación», donde los precios de los boletos aumentaron un 15% en diciembre en comparación con el año anterior, según la Oficina de Estadísticas Laborales.
Para las familias que desean disfrutar de un día en el estadio, los costos se han vuelto prohibitivos. En 2023, el precio promedio de entrada para un partido de la NFL aumentó un 8,6%, llegando a los US$ 120, y llevar a una familia de cuatro personas a un juego, incluyendo comida, recuerdos y estacionamiento, cuesta ahora la considerable suma de US$ 631. Similarmente, las entradas de la MLB aumentaron un 3,5%, con un costo promedio de US$ 37 en 2023, resultando en un total de US$ 266 para llevar a una familia al estadio.
Este aumento sostenido en los precios de los boletos ha sido una tendencia a largo plazo. Entre 1999 y 2020, los precios de admisión a eventos deportivos crecieron más del doble de rápido que los precios generales al consumidor. Aunque en 2021 algunos equipos redujeron temporalmente los precios para recuperar aficionados después de los cierres por la pandemia, los precios volvieron a subir.
Las plataformas de venta de boletos también desempeñan un papel crucial en la elevación de los precios. Ticketmaster y StubHub utilizan algoritmos de precios dinámicos que cambian según la demanda, y algunos equipos aprovechan las plataformas de reventa para maximizar sus ganancias. A pesar de que a menudo los estadios no se llenan por completo, los equipos son reacios a vender entradas a precios más bajos por temor a que los fanáticos esperen hasta el último minuto para comprar.
La construcción de nuevos estadios ha exacerbado la situación. Muchos de estos estadios, financiados en parte por los contribuyentes, cuentan con una menor capacidad que sus predecesores, permitiendo a los equipos cobrar precios más altos. La proliferación de suites de lujo y asientos premium también ha contribuido a la priorización de una experiencia de estadio de gama alta.
En este contexto, asistir a eventos deportivos se ha convertido en un lujo inalcanzable para muchos fanáticos. La pregunta que persiste es si esta tendencia se mantendrá o si surgirán iniciativas para hacer que los eventos deportivos sean más accesibles para una audiencia más amplia. Por ahora, la realidad es que disfrutar de un partido en persona requiere no solo pasión, sino también una billetera considerable.