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    OpiniónDe insultos, metros y predicciones: Carlos Matus

    De insultos, metros y predicciones: Carlos Matus

    Opinión

    De algo tenemos que hablar

    El martes en la tarde noche escribí un post en mi muro de Facebook: “Lista de insultos que puedes decir a políticos (y cualquiera otro que se lo merezca) sin que te bloquee Facebook”. Hasta el momento de escribir estas líneas la publicación llevaba más de dos mil compartidas.

    Más allá de la sorpresa incrédula que me generó el hecho de las numerosas compartidas que tiene, me dejó en evidencia la gran molestia que se tiene contra los políticos en México.

    La lista incluía palabras en español antiguo. ¿Qué tanto? Todas salieron del libro de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, escrito en 1605, y que contiene, 381 mil 104 palabras, es una de las obras con el vocabulario más amplio, por lo que era lógico obtener de ahí algunos insultos “elegantes”.

    Miren, que considerar utilizar palabras clásicas, como mequetrefe, pacotilla, raspamonedas, tragavirotes (que se convirtió en uno de mis favoritos instantáneos), badulaque, estafermo o malquisto, para burlas la censura de la red social, ya dice mucho de la “sed” del pueblo mexicano para, por lo menos, insultar a la clase política.

    Y es que, considero que la última gran oportunidad de confianza que se tenía entre las nuevas generaciones por las figuras políticas, se disolvió del 2018 a la fecha. Es un desencanto más acelerado que él que les sucedieron a nuestros padres, cuando en el 2000 votaron por Vicente Fox, con la esperanza de quitar al PRI del poder.

    Todo lo que ha venido después de esa jornada del 2018 ha sido descontento que de poco en poco ha crecido y con lo ocurrido esta semana en la Ciudad de México, son situaciones que podrían aumentar a costes políticos para los próximos años.

    Dejemos en claro algo, lo ocurrido en la CDMX es una negligencia. Se vea por donde se vea, y sin dar concesiones. Ya desde octubre del 2017, cuando el polvo del terremoto que asoló la capital del país aún no terminaba de asentarse, vecinos habían dado a conocer afectaciones en el tramo que esta semana se vino abajo. No bastaron las fotos, los escritos formales, lo evidente. No se le prestó atención.


    En una ciudad, donde muchos de sus habitantes pregonan “nunca nos ha gobernado la izquierda”, es preocupante, que haya personas que defiendan una administración, a llorar y lamentarse por sus muertos, y especialmente, ver que lo ocurrió esa noche del 3 de mayo no se vuelva a repetir.
    Es lo ocurrido también una suma de omisiones desde que inició funciones la Línea Dorada, que esperemos los peritajes confirmen.

    Lo que a varias horas no deja de ser sorprendente, es que, hasta el momento en que se escriben estas líneas, no haya ningún funcionario suspendido. Una tragedia que costó la vida de 25 personas y decenas de heridos, y pareciera que las autoridades capitalinas se buscan proteger y proteger a otros en esta situación.

    ¿Los motivos?, quizá algunos nombres nos podrían dar cierta luz. Marcelo Ebrard, actual Canciller de México, fue Jefe de Gobierno cuando se construyó e inauguró la Línea 12. También Mario Delgado, actual dirigente nacional de Morena, era secretario de Finanzas de la capital del país, y quien fue señalado de cosas un tanto extrañas, como la renta de 30 vagones, en vez de su compra, que sería mucho más económico.


    También se encuentra Grupo Carso, una de las constructoras que recibieron por la obra 17 mil 500 millones de pesos su realización, y que, a años de distancia, es una de las beneficiadas de un tramo del Tren Maya.

    Y mientras el gobierno federal anuncia desde Palacio Nacional, un peritaje “transparente”, las familias afectadas todavía siguen luchando para enterrar a sus muertos, o que sus heridos reciban atención médica, además de que en redes sociales han salido múltiples fotos de ciudadanos que dejan en evidencia otros puntos en las líneas del metro, que deberán ser revisados con minuciosidad, para evitar situaciones como lo ocurrido en la Estación Olivos.

    A esto se suma que pareciera que algunos funcionarios ven en este tema una carga política a aspiraciones futuras, otros más se han comenzado a colgar de esta tragedia, como un grupo de diputados del Partido Acción Nacional (PAN), quienes se tomaron una fotografía en el lugar de los hechos, cuando aún no habían ni terminado de sacar los últimos cuerpos bajos los escombros.
    Este hecho es también el reflejo perfecto de la poca capacidad de sentido común a la hora de la política. Deja en evidencia lo poco humano de los intereses partidistas ante la tragedia humana.

    La fotografía, duramente criticada en redes sociales, sirvió de ejemplo perfecto para dejar en claro el por qué la oposición hoy en día esta tan separada del electorado. Esa falta de empatía es el costo político que no quieren reconocer y que, por personas con las que he platicado del PAN, no están dispuestas reconocer. A este paso, nos espera un 6 de junio muy similar al del 2018.
    Lo que sucederá ese domingo de elecciones que nos espera es un panorama que en primera instancia parecería se repite lo que sucedió en el 2018, pero que en el fondo tendrá un matiz que marcará el rumbo del país por la siguiente década.

    Espero no confundirlos con lo que les diré: la victoria de Morena y sus aliados está escrita, pero, y aquí viene el gran “pero”, hay dos panoramas:

    Uno, que su victoria sea apabullante, como en el 2018, reuniendo los 30 millones de votos que se dieron en aquella jornada electoral, lo que dejará en evidencia la fuerza de la actual administración, o, que Morena mantenga sus escaños en el Congreso de la Unión, pero con diferencias mínimas de votos en cada distrito electoral, lo que dejaría en evidencia un desgaste al discurso oficial y daría pie al inicio de una tendencia que para el 2024 podría generar una nueva alternancia, porque sí, olvidamos muchas veces que la política es como un juego de ajedrez: lo que movemos hoy, se refleja en varios años.

    Pero si de algo estoy seguro, es que gane quien gane los siguientes años, estoy seguro que me tendrán aquí diciéndole a los políticos “malquisto, tragavirotes” y ustedes sabrán que los estaré insultando con elegancia y clase.

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