Entre las juventudes de cada generación, cíclicamente surgen modismos con los que se comunican entre sí con mayor simpleza. Hemos normalizado el escuchar palabras como “hola wey”, para referirse a alguien, ya sea entre mujeres o entre hombres. Las redes sociales, también han propiciado el uso de abreviaturas, letras, y símbolos -los famosos emoticones-, que además son muy divertidos, pero que han ido sustituyendo gradualmente expresiones de nuestro idioma.
En un artículo titulado “El Déficit del coeficiente Intelectual” escrito por Christophe Clavé, advierte que el coeficiente intelectual medio de la población mundial, ha ido disminuyendo en las últimas décadas y una de las causas puede ser el empobrecimiento del lenguaje. La disminución del uso de las palabras impide el conocimiento de su contenido lingüístico; y esto obstaculiza la formación del razonamiento necesario, para construir el pensamiento complejo que sirve para expresarse detalladamente. Como afirma el autor “menos palabras y menos verbos conjugados, implican menos capacidad de expresar emociones y menos capacidad de procesar el pensamiento”. La desaparición de las mayúsculas y la puntuación, son ejemplos de esto, así como la simplificación de los tutoriales.
Clavé, afirma que entre más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento y explica cómo diversos autores han dado cuenta, de cómo los regímenes totalitarios, aprovechan esto a través de la reducción del número y significado de las palabras -yo diría del adoctrinamiento en sustitución de la educación-, el resultado es que si no hay pensamientos no hay crítica y solo queda un pueblo dócil, puesto que sin palabras no se pueden construir argumentos racionales que expresen emociones hagan conexiones y establezcan comparaciones. Así que la recomendación final es motivar a que los estudiantes hablen, lean y escriban el lenguaje en sus diversas formas; lograrlo implica mayor libertad del pensamiento humano.
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